El sueño de Sofía



Había una vez una niña llamada Sofía, que era muy soñadora. Todas las noches, se acostaba en su cama y se sumergía en un mundo de fantasías mientras dormía. Pero esta noche fue diferente.

Sofía cerró los ojos y rápidamente se quedó dormida. En su sueño, se encontraba en un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores imaginables.

Las mariposas revoloteaban a su alrededor y el aroma dulce del césped recién cortado llenaba el aire. Mientras caminaba por el jardín, Sofía notó algo brillante entre las flores. Se acercó corriendo y descubrió una llave dorada con un lazo rojo. Curiosa como siempre, decidió guardarla en su bolsillo.

De repente, escuchó un ruido extraño proveniente de detrás de unos arbustos altos. Con valentía, Sofía se adentró en la maleza y encontró a un conejito asustado atrapado entre unas ramas espinosas.

"¡Oh no! ¿Estás bien?", preguntó Sofía preocupada mientras liberaba al conejito con cuidado. El conejito le dio las gracias saltando emocionado y señalando hacia un camino estrecho que llevaba a lo desconocido. Sin pensarlo dos veces, Sofía siguió al conejito aventurero por ese sendero misterioso.

Caminaron durante horas hasta llegar a un gran árbol con una puerta diminuta incrustada en su tronco. La llave dorada que Sofía había encontrado en su sueño encajó perfectamente en la cerradura de la puerta.

Con un giro de llave, la puerta se abrió y Sofía y el conejito entraron en una habitación llena de juguetes antiguos. Había trenes de vapor, muñecas de porcelana y ositos de peluche desgastados. Pero lo más sorprendente era que todos los juguetes estaban tristes y abandonados.

Sofía sintió un nudo en su corazón al ver a esos juguetes tan solos. Decidió que haría todo lo posible para alegrarlos nuevamente. Comenzó a jugar con ellos, hacerlos reír y contarles historias divertidas.

Poco a poco, los juguetes recuperaron su brillo y felicidad. Se dieron cuenta de que no importaba cuánto tiempo hubieran estado olvidados, siempre había alguien dispuesto a cuidarlos y amarlos.

"¡Gracias, Sofía! Nos has dado una segunda oportunidad", dijeron los juguetes mientras le daban un abrazo colectivo. Sofía sonrió ampliamente mientras veía cómo los juguetes bailaban alrededor de ella. Sabía que había hecho algo especial esa noche; había traído alegría donde antes solo había tristeza.

De repente, Sofía despertó en su cama con una enorme sonrisa en su rostro. Había aprendido una valiosa lección: nunca subestimes el poder que tienes para hacer feliz a alguien más, incluso en tus sueños.

Desde ese día en adelante, Sofía decidió llevar esa lección consigo siempre. No importaba si estaba soñando o despierta, siempre buscaría la oportunidad de hacer sonreír a los demás y llenar el mundo de alegría.

Y así, Sofía se convirtió en una niña feliz y llena de amor que inspiraba a todos a su alrededor.

FIN.

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