El Sueño de Tirex
Había una vez un niño llamado Tomás, al que todos llamaban Tirex. Era un pequeño soñador, lleno de imaginación y creatividad. Pasaba horas frente al televisor, maravillándose con los artistas que iluminaban la pantalla. Desde bailarines, cantantes hasta pintores, todos parecían vivir en un mundo mágico donde todo era posible.
Una tarde, mientras miraba un programa de arte, se quedó pensando en cómo sería entrar en la tele. Se imaginaba creando hermosas pinturas en colores vivos y bailando al ritmo de su música favorita.
"¿Por qué no puedo hacerlo yo?" - murmuró Tomás, mirando con asombro cómo los artistas se movían con gracia.
Esa noche, después de soñar con ser un gran artista, se quedó dormido en su cama, todavía pensando en cómo sería ese mundo. De repente, una luz brillante apareció y Tirex se encontró en una sala enorme llena de colores vibrantes. ¡Estaba dentro de la tele!"¿Dónde estoy?" - se preguntó, emocionado.
Al mirar a su alrededor, se dio cuenta de que todo estaba hecho de colores y formas que parecían cobrar vida. Allí estaba la bailarina que había visto en la televisión, haciendo piruetas con una sonrisa radiante.
"¡Hola, pequeño! Eres bienvenido a nuestro mundo. Aquí todo se crea con la imaginación y el arte. ¡Vení, te enseñaré a bailar!" - gritó la bailarina.
Tomás apenas podía creerlo. Había entrado en el mundo de sus sueños. Bailó con la bailarina, sintiéndose ligero como una pluma. Aprendió movimientos que nunca había imaginado. Pero pronto, la bailarina le dijo que había otra parte del mundo que debía conocer.
"Vamos a ver al pintor. Él transformará tus sueños en colores." - sugirió.
Tomás siguió a la bailarina y llegaron a un taller lleno de pinceles y lienzos. El pintor, con una barba blanca y un delantal manchado de pintura, sonrió al ver a Tomás.
"¡Hola, joven artista! ¿Qué quieres crear hoy?" - le preguntó el pintor emocionado.
"Quiero pintar un mundo lleno de amigos y aventuras. ¡Con colores vibrantes!" - respondió Tomás con entusiasmo.
Con la ayuda del pintor, comenzó a plasmar en el lienzo todo lo que había soñado. Colores brillantes y formas que danzaban ante sus ojos, cada brochazo era un pedazo de su corazón. Finalmente, terminó su obra y la miró con orgullo.
"Es precioso, pero falta algo..." - reflexionó el pintor.
"¿Qué le falta, señor?" - inquirió Tomás, algo preocupado.
"Le falta tu esencia, tu historia. TODO lo que hiciste en este mundo debe estar aquí también. Si solo pintas lo que ves, no será tu verdadero arte." - le explicó el pintor.
Tomás se sentó y pensó en todas las aventuras que había vivido en su vida: jugar con sus amigos, correr en el parque, las historias que su abuela le contaba.
"¡Ahora lo entiendo!" - exclamó.
Y comenzó a agregar detalles: amigos riendo, árboles que danzaban, un sol sonriente. Su pintura se llenó de vida.
"¡Bravo! ¡Ahora, veamos lo que has creado!" - celebró la bailarina. Tomás sintió una gran satisfacción, no solo por la pintura, sino por comprender que el arte no era solo lo que veía en la televisión, sino cómo él podía expresar su propia vida.
Al final de la noche, un suave brillo comenzó a envolver a Tomás.
"Es hora de regresar, pequeño artista. Pero recuerda, llevas contigo la magia de este lugar y de tu propio corazón." - dijo el pintor.
Tomás sintió un cosquilleo y, de repente, se despertó en su cama. Miró a su alrededor y sonrió al darse cuenta de que todo había sido un sueño, pero la sensación seguía viva en él. Se levantó decidido a crear su arte cada día, porque ahora sabía que el verdadero arte venía de sus propias experiencias y emociones.
Así, Tomás, el pequeño Tirex, nunca volvió a ver la televisión de la misma forma. En lugar de solo mirar, ahora se sentía inspirado a crear su propio mundo en la vida real.
Y así, con cada trazo de su pincel y cada paso de baile, Tomás comenzó a hacer su propio camino lleno de colores y aventuras. La magia del arte estaba en sus manos.Siguió pintando, bailando y contando historias. No solo creó arte, sino que también inspiró a otros a encontrar su creatividad y expresar sus propios mundos.
"¡La imaginación no tiene límites!" - decía siempre.
FIN.