El Sueño de Tomás
Había una vez un niño llamado Tomás que vivía en un barrio lleno de calles empedradas y vecinos amables. Desde muy pequeño, Tomás soñaba con ser un basquetbolista profesional. Pasaba horas practicando dribles y lanzamientos en el pequeño aro que su papá le había instalado en el patio trasero.
Un día, mientras ensayaba unos tiros, su amigo Lucas se acercó.
"¡Tomás! ¿Vas a venir a jugar al fútbol?" - le preguntó Lucas.
"No, Lucas, tengo que practicar para el torneo de baloncesto de la semana que viene. Quiero hacerlo bien" - respondió Tomás con determinación.
Lucas sonrió, pero no entendía del todo la pasión de su amigo. En el torneo, Tomás estaba seguro de que su duro trabajo daría sus frutos. Sin embargo, llegó el día del torneo y las cosas no salieron como esperaba. Su equipo perdió y Tomás no pudo anotar ningún punto. Se sintió muy decepcionado.
"No te preocupes, Tomás. La próxima vez será mejor" - le dijo su entrenador, don Carlos, al finalizar el partido.
"Pero he trabajado tan duro..." - murmuró Tomás, casi sin ganas de escuchar las palabras de aliento.
Esa noche, mientras miraba el cielo estrellado, se preguntó si realmente podría cumplir su sueño. Se quedó dormido pensando en cómo iba a mejorar, pero también en si merecía la pena seguir intentándolo.
A la mañana siguiente, Tomás se encontró con su abuela en la cocina.
"¿Por qué tan pensativo, campeón?" - le preguntó ella mientras le preparaba su desayuno favorito.
"Abuela, perdí el torneo de baloncesto y no sé si alguna vez podré ser un buen jugador" - confesó.
"Escuchame, Tomás. Todo en la vida requiere esfuerzo. A veces se gana, a veces se pierde, pero lo importante es nunca dejar de intentar. ¿Ves esos árboles? Tienen raíces profundas porque luchan y enfrentan los vientos y las tormentas" - le dijo sabiamente su abuela.
Esas palabras resonaron en Tomás. Se dio cuenta de que no podía rendirse. De hecho, esa misma semana comenzó a practicar con más ganas. Empezó a entrenar cada día después de la escuela, buscando siempre la manera de mejorar y disfrutar del juego.
Al poco tiempo, Don Carlos, su entrenador, notó que Tomás había cambiado. Se acercó a él y le dijo:
"He visto lo que estás haciendo, Tomás. Te estás esforzando más que nunca y eso me gusta mucho. Quiero que seas parte del equipo de los mayores en el próximo partido. Pero recuerda, lo más importante es disfrutar el juego".
Tomás no podía creerlo.
"¡Gracias, Don Carlos! Haré lo mejor que pueda!" - exclamó emocionado.
El día del partido llegó y Tomás estaba nervioso. Tenía miedo de no estar a la altura, pero decidió recordar lo que su abuela le había dicho sobre nunca rendirse. Con el aliento de su equipo y su familia, salió a la cancha con una gran sonrisa.
En el primer cuarto, el equipo se encontró en desventaja, pero Tomás se mantuvo concentrado. Cuando finalmente tuvo la oportunidad de lanzar, recordó todos esos entrenamientos y, con una buena técnica, encestó su primer punto.
"¡Síiii! ¡Lo hice!" - gritó Tomás, sintiendo una mezcla de alegría y adrenalina.
A partir de ahí, continuó anotando más puntos y asistiendo a sus compañeros. Cuando el partido terminó, su equipo había ganado por un punto. Tomás se sintió el niño más feliz del mundo y, sobre todo, aprendió que el esfuerzo y la perseverancia valen la pena.
Más adelante, Tomás se convirtió en un jugador destacado. Participó en otros torneos y siguió soñando en grande, pero lo que más le importaba era disfrutar del deporte que tanto amaba y compartirlo con sus amigos.
Sus amigos, como Lucas, empezaron a ver lo que significaba realmente la pasión y el trabajo en equipo. También comenzaron a interesarse en el baloncesto, y juntos formaron un gran equipo que no solo jugaba para ganar, sino también para divertirse.
Así, Tomás no solo persiguió su sueño de ser basquetbolista, sino que también inspiró a quienes lo rodeaban a dar lo mejor de ellos mismos.
Y así, con cada drible y cada lanzamiento, Tomás aprendió que lo más importante no era solo alcanzar la meta, sino disfrutar del viaje hacia ella con esfuerzo y alegría.
FIN.