El Sueño de un Astronauta
Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, un niño llamado Tomás. Tomás era como cualquier otro niño, le gustaba jugar al fútbol, andar en bicicleta y sobre todo, mirar las estrellas. Cada noche, se sentaba en su jardín con un catalejo viejo que le había regalado su abuelo, y soñaba con ser astronauta.
"Papi, ¿crees que un día podré volar al espacio?" - le preguntó un día a su papá.
"Claro, Tomás. Si realmente lo deseas y trabajas duro, tus sueños pueden hacerse realidad" - le respondió su padre con una sonrisa.
Un día, mientras Tomás observaba la luna, algo increíble sucedió. Una pequeña estrella fugaz cruzó el cielo y dejó una estela brillante. Tomás, emocionado, recién había escuchado que pedir un deseo a una estrella fugaz era mágico.
"¡Quiero ser astronauta!" - gritó él con todas sus fuerzas.
Esa noche, se durmió soñando con cohetes, planetas y aventuras entre las estrellas.
Al día siguiente, cuando Tomás se despertó, encontró una carta sellada en la mesa de su comedor. Era de la Agencia Espacial de Argentinia.
"¡Mirá, papá!" - exclamó con los ojos brillando de emoción.
"¿Qué dice?" - preguntó su padre, intrigado.
"Dice que han elegido a un grupo de niños para participar en un programa espacial especial. ¡Piden que escriba un ensayo sobre por qué quiero ser astronauta!" - respondió Tomás saltando de alegría.
Tomás se sentó a escribir su ensayo. Pasó horas pensando en sus sueños, sus miedos y la emoción que sentía al mirar al cielo. Al final, decidió que no solo quería ser astronauta, sino que también quería ayudar a las personas en la Tierra.
Cuando terminó, envió su ensayo con la esperanza de que lo eligieran.
Pasaron unas semanas y Tomás comenzó a perder la esperanza. Pero una mañana, el cartero llegó a su casa con una carta de la Agencia Espacial nuevamente.
"¡Mirá! ¡Es de la agencia!" - gritó Tomás al abrirla.
"¿Qué dice?" - preguntó su madre, emocionada.
"¡Fui elegido! Pasaré un mes en el campamento espacial!" - respondió mientras saltaba de alegría.
El día del campamento, Tomás conoció a otros niños que compartían su sueño. Había una niña llamada Sofía que quería ser ingeniera de cohetes y un niño llamado Nico que soñaba con ser científico planetario. Juntos exploraron simuladores de vuelo, aprendieron sobre las estrellas y experimentaron la gravedad cero en un avión especial.
Sin embargo, un día, durante una actividad, Tomás sintió que no podía seguir el ritmo. Los otros niños parecían más rápidos y más competentes.
"No puedo hacerlo, nunca seré un astronauta" - se lamentó.
Sofía se acercó a él y dijo:
"Tomás, no se trata de ser el mejor. Se trata de disfrutar el viaje y aprender de cada experiencia. Cada uno de nosotros tiene su propio ritmo. ¿No es eso lo que nos hace únicos?"
Tomás sonrió y, aunque aún tenía miedo, decidió seguir intentándolo.
Al final del campamento, se llevó más que conocimientos. Hizo amigos para toda la vida y aprendió que lo importante no era solo cumplir su sueño de ser astronauta, sino disfrutar del camino, con todas sus caídas y levantadas.
Años más tarde, mientras Tomás se preparaba para su primer vuelo como astronauta, recordó aquel día en el campamento. En el interior de su corazón, sabía que cualquier niño con un sueño puede llegar a donde quiera, siempre que no se rinda y siga adelante.
Y así, Tomás miró al cielo desde su cabina, y con una gran sonrisa exclamó:
"¡Allá vamos, estrellas!"
Con la mirada fija en la inmensidad del espacio, supo que el verdadero viaje recién comenzaba.
FIN.