El Sueño de un Futbolista
Había una vez un niño llamado Samuel, que vivía en un pequeño barrio de Bogotá, Colombia. Samuel era un apasionado del fútbol. Desde muy chiquito, soñaba con ser un gran jugador y jugar en la selección nacional. Cada tarde, después de la escuela, corría junto a sus amigos en el parque, driblando, pateando y celebrando cada gol como si fuera una final del mundo.
Un día, mientras jugaban, llegó su mamá y le dijo: "Samuel, es hora de volver a casa. Tienes exámenes que estudiar. Primero viene el estudio, después el fútbol".
Samuel se sintió un poco triste, pero sabía que su madre tenía razón. "Está bien, mamá. Prometo que estudiaré para sacar buenas notas". La promesa fue un pacto que Samuel tomó muy en serio.
Después de esos días, Samuel se dedicó a estudiar con muchas ganas. No fue fácil, pero con el tiempo, logró graduarse de la escuela secundaria. Sus amigos estaban muy orgullosos de él. Un día, mientras celebraban su graduación, uno de sus amigos le dijo: "Samuel, ¡ahora que terminaste la escuela, deberías dedicarte de lleno al fútbol!".
Samuel sonrió, sintiendo que su corazón palpitaba de emoción. "Sí, ahora que tengo tiempo, entrenaré más duro que nunca". Así fue como Samuel comenzó a prepararse para cumplir su sueño.
Pasó horas y horas en el parque, perfeccionando su técnica, jugando con chicos mayores y pidiendo consejos a un viejo entrenador del barrio llamado Don Fernando. Don Fernando siempre decía: "La dedicación y la paciencia son clave. Con trabajo duro, llegarás lejos, pibe".
Samuel entrenaba todos los días, sin importar el clima. Pidió a sus amigos que le ayudaran a mejorar en su juego. Un día, en medio de un partido, ocurrió algo inesperado. Samuel se lastimó el tobillo y tuvo que usar muletas durante semanas.
"No puede ser, ahora que había comenzado a mejorar", se lamentaba Samuel, con lágrimas en sus ojos.
Pero su mamá lo abrazó y le dijo: "Esta es solo una pausa, Samuel. Recuerda lo lejos que has llegado. Este tiempo te servirá para fortalecer tu mente y pensar en nuevas estrategias".
Samuel escuchó el consejo de su madre y decidió utilizar ese tiempo para leer sobre fútbol, aprender de sus ídolos, y estudiar tácticas.
Finalmente, cuando se recuperó del todo, volvió al campo de fútbol con más ganas que nunca. Empezó a llamar la atención de algunos cazatalentos, y fue seleccionado para un equipo juvenil. Durante un partido crucial, Samuel tuvo una actuación excepcional, anotando un gol que lo llevó a ser destacado por todos.
"¡Esa fue una jugada increíble, Samuel!" lo felicitó su amigo Juan.
"Gracias, Juan. Es solo el comienzo. Quiero llegar a la selección nacional".
Con mucho esfuerzo y dedicación, Samuel ascendió en el mundo del fútbol. Cada vez que finalmente lo convocaron para jugar con la selección mayor, sintió que todos sus sacrificios valieron la pena. En su primer partido con la selección, Samuel anotó un gol que quedó grabado en la memoria de todos.
"¡Samuel! ¡Eres un genio! ¡Eres el mejor jugador del mundo!" gritó el comentarista.
Años más tarde, cuando ya era un reconocido futbolista internacional, Samuel decidió visitar su viejo barrio. Hacía una gran fiesta para los niños que, al igual que él, soñaban con jugar al fútbol.
"Recuerden siempre, chicos, que primero viene el estudio, pero nunca dejen de luchar por sus sueños. Con dedicación y esfuerzo, todo es posible".
Los niños aplaudieron y sonrieron, soñando con ser como él algún día. Samuel se sintió orgulloso al ver que su historia podía inspirar a otros. Así, el niño que alguna vez jugó en un parque se convirtió en un héroe en el campo de juego, demostrando que los sueños pueden hacerse realidad siempre que no perdamos de vista lo que realmente importa: el esfuerzo, la dedicación y nunca dejar de soñar.
FIN.