El sueño de Valentina
Había una vez en un pequeño pueblo una niña llamada Valentina. Desde que tenía memoria, siempre había soñado con ser una gran bailarina. La veía bailar en la televisión y se iluminaba su rostro, pero cada vez que pensaba en probarlo, una voz interior la detenía.
"No puedo, no tengo talento como las demás" - solía decirse Valentina cuando se miraba al espejo.
Un día, mientras paseaba por el parque, escuchó música que provenía del centro de la plaza. Al acercarse, vio a un grupo de niños y niñas tomando una clase de baile. El maestro, un hombre alegre de nombre Lucas, les enseñaba pasos de salsa. Valentina sintió mariposas en el estómago. Sus pies se movían espontáneamente al ritmo de la música, pero en lugar de unirse, se quedó a observar desde lejos.
"¿Te gustaría bailar con ellos?" - le preguntó su amiga Ana, que había llegado justo a tiempo para ver a Valentina.
"No, Ana. No soy buena para eso" - replicó Valentina, bajando la mirada.
Ana, determinada a ayudar a Valentina, tuvo una idea. "Pero, ¿qué pasaría si te presentas a la clase? Lucas es muy amable y seguro te enseñará".
Valentina dudó, pero la idea de bailar la llenaba de emoción. Tras un par de días, dejó que la curiosidad la venciera.
Al acercarse a Lucas y a los niños, su voz temblaba. "Hola, soy Valentina y quisiera unirme a la clase".
Lucas sonrió. "¡Claro que sí! Aquí todos tienen lugar, solo necesitas ganas".
Con el tiempo, Valentina se dio cuenta de que bailar no se trataba solo de ser la mejor, sino de disfrutarlo. Cada paso que daba, cada movimiento, la llenaba de alegría. Aunque al principio tropezaba a menudo, Lucas le aseguraba que todos habían pasado por eso.
"La práctica hace al maestro, Valentina. Y lo más importante es que te diviertas" - le decía mientras le enseñaba nuevos pasos.
Pasaron las semanas, y Valentina empezó a sentirse más segura. Hizo nuevos amigos y se reía de las caídas. Sin embargo, un día, vieron un anuncio en la plaza: habría un concurso de baile en el municipio y todos podían participar.
"Esto es una oportunidad increíble, Valentina. ¡Deberías inscribirte!" - dijo Ana, emocionada.
Valentina sintió un nudo en el estómago. "No creo que sea buena para eso. Prefiero quedarme aquí y disfrutar desde el costado".
Lucas, que escuchó la conversación, se acercó. "Valentina, la danza no se trata solo de competir. Se trata de compartir lo que sientes. Si quieres, puedes participar y hacerlo a tu manera".
Valentina quedó pensativa. ¿Por qué no podría intentarlo? Así que, después de hablarlo con Ana y Lucas, decidió que iba a bailar en el concurso. Practicó mucho, cada día.
El día del concurso llegó, y su corazón latía con fuerza.
"¡Gracias a todos los que vinieron hoy! Comenzaremos con el baile de Valentina" - anunció Lucas al presentar a su grupo.
Valentina se sintió como si estuviera en un sueño. Al principio, el escenario le pareció enorme y las luces cegadoras, pero cuando empezó a sonar la música, todo cambió. A medida que se movía, se dio cuenta de que podía.
Bailó cada paso con toda su energía, sonriendo de felicidad y escuchando los aplausos del público. Fue una experiencia increíble. Cuando terminó, no importaba el resultado, se sentía como una verdadera bailarina, y eso era lo que más importaba.
"Lo hiciste, Valentina, ¡fue fantástico!" - le gritaron sus amigos.
Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Valentina ya no pensaba que no podía. Había descubierto que bailar era parte de ella, y también se había dado cuenta de que, a veces, la clave para alcanzar tus sueños es creer en ti misma y rodearte de personas que te apoyen.
Desde ese día, Valentina siguió bailando, no solo en la clase, sino también en casa y en cada rincón donde sonara música. Hacer realidad sus sueños no fue fácil, pero ella aprendió que lo importante era disfrutar cada paso del camino.
Y así, Valentina nunca dejó de bailar, era una bailarina en el escenario de la vida, donde los sueños se hacen posibles con pasos de confianza y fe en uno mismo.
FIN.