El sueño del auto aventurero



Cada noche, cuando la luna aparecía en el cielo, Dante corría a su habitación y se acostaba en su cama. Cerraba los ojos con fuerza y, de repente, se imaginaba que su auto azul comenzaba a moverse.

Podía sentir la brisa fresca en su rostro mientras volaban por encima de las nubes. - ¡Vamos, auto! -exclamó Dante mientras agitaba sus manos emocionado-. Llévame a un lugar increíble.

El auto comenzó a girar en el aire y luego ascendió rápidamente. El viento soplaba fuerte en sus orejas mientras subían más alto y más alto. - ¿A dónde vamos hoy? -preguntó Dante al auto.

- Hoy nos dirigimos al África salvaje -respondió el auto con una voz profunda y amigable. Dante sonrió ampliamente. Siempre había querido visitar África para ver todos los animales salvajes que vivían allí.

Mientras volaban hacia su destino, el niño veía leones corriendo por las llanuras, jirafas altas comiendo hojas de árboles gigantes y elefantes jugando cerca del río.

Sin embargo, justo cuando pensaron que habían llegado a la selva africana, algo extraño empezó a pasarle al auto azul: empezó a perder velocidad y altura hasta que finalmente tuvo que hacer un aterrizaje forzoso en medio de una pradera desconocida. - No te preocupes, pequeño amigo -dijo el automóvil-. Sé exactamente lo que hacer para arreglar esto. Pero necesito tu ayuda para encontrar algunas piezas.

Dante asintió emocionado, encantado de tener la oportunidad de ayudar a su amigo auto. Juntos caminaron por la pradera y encontraron un lugar donde podían conseguir las piezas necesarias para arreglar el motor del auto.

Mientras caminaban, Dante aprendió sobre la naturaleza que los rodeaba: cómo las plantas crecían, cómo las hormigas trabajaban juntas para construir sus hogares y cómo los pájaros cantaban en los árboles. Se sintió muy feliz y agradecido por todo lo que estaba aprendiendo mientras ayudaba a su amigo.

Finalmente, después de haber encontrado todas las piezas necesarias, Dante y el auto azul pudieron reparar el motor del vehículo. Y con una velocidad renovada volvieron a surcar el cielo hasta llegar al destino original: La selva africana.

- ¡Lo logramos! -exclamó Dante-. Gracias por enseñarme tanto sobre este hermoso mundo. El automóvil sonrió mientras se elevaba hacia el cielo nocturno:- Siempre es un placer compartir mis aventuras contigo, pequeño amigo.

Nunca dejes de imaginar y descubrir nuevos lugares en tu mente. Y así termina otra noche mágica para Dante, quien se quedó dormido con una gran sonrisa en su rostro sabiendo que siempre hay nuevas aventuras esperando en algún lugar del mundo o incluso más allá.

FIN.

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