El Sueño del Caballo Soñador
En un pequeño pueblo rodeado de montañas, un caballo muy especial llamado Rocinante soñaba con grandes aventuras. Cada mañana, al salir el sol, Rocinante miraba hacia el cielo y decía:
- ¡Hola, Estrella! ¿Qué aventuras me esperarán hoy?
La Estrella, que brillaba con fuerza, le respondía con su suave destello:
- Sigue tu corazón, querido Rocinante, y no te detengas.
Una mañana, el caballo decidió que era hora de visitar el castillo de los Reyes, donde vivía un príncipe solitario.
Al llegar, la puerta estaba custodiada por un pequeño gato llamado Pardo.
- ¡Buenos días, Rocinante! ¿A dónde te dirigís con tanta prisa?
- Quiero hablar con el príncipe, Pardo. Tal vez necesite un amigo.
El gato se estiró y dijo:
- El príncipe está un poco triste. Hace tiempo que no juega con nadie.
Rocinante se sintió conmovido y decidió ayudar. Con un salto elegante, se presentó ante el príncipe.
- Hola, príncipe. Soy Rocinante. Estoy aquí para ofrecerte mi compañía.
El príncipe, que al principio estaba sorprendido, sonrió tímidamente.
- Hola, Rocinante. He estado tan ocupado con las responsabilidades que olvidé cuánto me gusta jugar.
- ¿Por qué no hacemos una carrera hasta la gran almohada en el centro del jardín?
El príncipe, entusiasmado, aceptó. Ambos corrieron felices.
En medio de su diversión, la noticia del príncipe jugando se esparció por el reino. El presidente del pueblo, al escuchar lo que sucedía, decidió unirse a ellos.
- ¿Puedo participar en la carrera?
- ¡Claro que sí, señor presidente!
La carrera se volvió una fiesta. La gente del pueblo se unió, llenando el jardín de risas y alegría. Las estrellas empezaron a brillar más intensamente en el cielo al ver tanta felicidad.
- Esto es maravilloso, Rocinante.
- Sí, príncipe. La diversión está en compartir momentos con los demás.
Después de la carrera, todos se sentaron bajo el cielo estrellado. El príncipe tomó la palabra:
- Hoy he aprendido que el verdadero tesoro está en la amistad y la alegría de jugar.
El presidente asentía:
- Así es. La vida es más bella cuando la compartimos con quienes amamos.
El gato Pardo, que había observado todo desde un rincón, comentó:
- ¿Vieron cómo una simple idea puede transformar un día aburrido en uno inolvidable?
Todos rieron y se sintieron agradecidos por esa hermosa tarde.
A partir de ese día, Rocinante, el príncipe y el presidente se convirtieron en grandes amigos, organizando juegos y fiestas en el jardín del castillo. Y cada mañana, Rocinante miraba hacia la Estrella y le decía:
- Gracias por ayudarme a encontrar el valor de la amistad.
Y la Estrella brillaba aún más, iluminando el camino a nuevas aventuras.
Esa es la historia de cómo un caballo soñador, un príncipe solitario y un presidente ocupado se encontraron y vivieron felices, recordando siempre que la felicidad se encuentra en los pequeños momentos compartidos y en la buena compañía.
FIN.