El Sueño del Capibara Carlos
Había una vez un capibara llamado Carlos, que vivía en la ribera de un hermoso río en la selva argentina. Carlos era un capibara muy tierno, con un pelaje marrón suave y unos ojitos brillantes que transmitían felicidad. Sin embargo, había algo que le gustaba mucho más que jugar con sus amigos: ¡dormir! Carlos pasaba horas y horas echado al sol, soñando con aventuras mientras sus amigos corrían por ahí.
Un día, mientras dormía, su madre lo despertó.
"Carlos, ¡despertá ya! Es hora de ir a buscar comida al lago."
"Pero mamá, solo cinco minutos más..." respondió Carlos, estirándose perezosamente.
Su madre suspiró y fue a buscarlo al rato, pero cuando volvió, Carlos ya había regresado a su profundo sueño. Los días pasaban, y a pesar de las advertencias de sus padres, Carlos prefería dormir a colaborar en las tareas del hogar.
Un día, mientras Carlos disfrutaba de una siesta placentera, llegó su amigo Tito, el tucán.
"Carlos, despertá un poco, ¡hay un nuevo juego en el río! ¡Es muy divertido!"
"No, gracias, Tito. Estoy muy cómodo así..." contestó Carlos entre bostezos.
Tito, decidido a no rendirse, comentó:
"Pero, Carlos, si no venís, te vas a perder de la mejor diversión del año. Hay hasta una competencia de saltos y un premio para el mejor saltador. ¡Vamos!"
Carlos se removió en su lugar y le dijo:
"No sé, Tito. Tal vez me quede aquí..."
Sin embargo, algo en la voz de su amigo lo hizo pensar. Finalmente, decidió levantarse y acompañarlo. Pero al llegar al lugar del juego, notó que todos los capibaras demostraban sus habilidades y disfrutaban juntos.
"Miren, llegó Carlos! ¿Te animás a saltar?" gritó uno de sus amigos.
Carlos, un poco nervioso, dudó por un momento y miró hacia el agua. Todos estaban animados, y en el fondo de su corazón, quería disfrutar con ellos. Sin embargo, la idea de competir le provocaba miedo.
"No, no puedo. Mejor miren ustedes, yo me quedo aquí."
Pero no pasó mucho tiempo antes de que su madre se acercara.
"Carlos, a veces hay que salir de nuestra zona de confort. ¿No te gustaría intentarlo?" le preguntó con dulzura.
Carlos miró a su madre, luego a sus amigos, y aunque su cuerpo le pedía regresar a su cama, decidió que estaba dispuesto a intentar al menos un salto.
"Está bien, lo probaré. ¡Pero no esperen mucho de mí!"
Se acercó al borde y, luego de respirar profundo, saltó. Para su sorpresa, hizo un bonito salto y aterrizó con un chapuzón en el agua, provocando risas y aplausos de todos. Por un instante, se sintió el capibara más feliz del mundo.
"¡Bien, Carlos! ¡No sabía que eras tan buen saltador!" gritaron sus amigos.
"No sé si tanto, pero me divertí mucho..." dijo Carlos, sintiéndose un poco más seguro.
A partir de ese día, Carlos decidió que dormir era maravilloso, pero que también había momentos importantes para disfrutar con su familia y amigos. El capibara aprendió que, aunque descansar es fundamental, compartir aventuras hace que la vida sea mucho más deliciosa. Nunca dejó de ser el adorable capibara dormilón, pero ahora también tenía historias emocionantes para contar.
Y así, Carlos aprendió a equilibrar el descanso con la diversión, siendo un ejemplo para todos sus amigos, demostrando que despertarse a la vida puede traer sorpresas y alegría. Desde entonces, siempre encontraban manera de incorporar el juego en la rutina diaria de todos los capibaras de la ribera.
FIN.