El Sueño del Futbolista
Había una vez un niño llamado Lucas que vivía en un pequeño barrio de Buenos Aires. Lucas amaba el fútbol más que nada en el mundo. Desde que tenía memoria, pasaba horas pateando una pelota en la vereda. Soñaba con ser el mejor jugador del barrio y, algún día, defender la camiseta de su equipo favorito.
Un día, mientras Lucas estaba jugando con sus amigos, vio un cartel en la plaza: 'Torneo de Fútbol Juvenil, inscripciones abiertas'. Lucas sintió un cosquilleo en el estómago. - ¡Chicos! ¡Miren! - dijo emocionado, señalando el cartel. - ¡Hay un torneo y podemos participar!
Sus amigos, Juan y Sofía, miraron el cartel y sonrieron. - Yo tengo un buen tiro, - dijo Juan. - Y yo puedo ser la arquera, - agregó Sofía con confianza.
Lucas sintió que su corazón se llenaba de esperanza. - ¡Vamos a inscribirnos! - exclamó.
Sin embargo, cuando fueron a hacerlo, se dieron cuenta de que necesitaban un cuarto jugador. - No importa, - dijo Lucas. - Ya lo resolveremos.
Los días pasaron y los tres amigos comenzaron a entrenar todos los días después de la escuela. Hacían ejercicios de pase, regate y tiro al arco. Pero cuando llegó el día de la inscripción, Lucas comenzó a dudar. - ¿Y si no encontramos a otro jugador? - preguntó con preocupación.
Sofía lo miró y le dijo: - No te preocupes, Lucas. Siempre podemos pedirle a alguien.
Decididos, fueron a buscar a un cuarto jugador. En el camino, se encontraron con Tomás, un chico nuevo en la cuadra que, aunque había llegado hace poco, era excelente jugando al fútbol. - Hola, chicos. ¿De qué andan? - preguntó Tomás.
- Estamos buscando un cuarto jugador para inscribirnos en un torneo, - respondió Juan.
- ¡Yo quiero jugar! - exclamó Tomás. Lucas, aunque entusiasmado, sintió un leve temor. No conocía bien a Tomás y no estaba seguro de si encajaría en su grupo. Sin embargo, decidieron darle una oportunidad.
Los días pasaron y durante los entrenamientos, Lucas notó que Tomás tenía un gran talento. Pero a medida que se aproximaba el día del torneo, Lucas comenzó a sentir una sombra de inseguridad. - ¿Y si Tomás es mejor que yo? - pensó.
El día del torneo llegó y el equipo estaba nervioso, pero emocionado. - ¡Vamos a dar lo mejor de nosotros mismos! - dijo Sofía, tratando de animar a todos.
Al comenzar el primer partido, Lucas estaba ansioso. En el primer tiempo, el rival anotó un gol. Lucas sintió que se le venía el mundo abajo. - No vamos a ganar, - murmuró.
Pero Tomás se acercó a él y le dijo - No te preocupes, Lucas. Aún nos queda tiempo. ¡Todos creemos en ti!
Con esas palabras, Lucas sintió que la confianza retornaba a su pecho. Con cada pase que hacía, sentía una conexión más fuerte con su equipo y con Tomás. Al final del partido, Lucas hizo un gran pase a Sofía, quien goléo y anotó. - ¡Gol! - gritaron todos.
El partido terminó y, aunque no ganaron, se sintieron como campeones. - ¡Fue increíble! - dijo Juan. - ¡Lo vivimos al máximo! - comentó Sofía.
Lucas sonrió y se dio cuenta de que el verdadero triunfo no era solo ganar, sino disfrutar el juego y la amistad que habían construido. - Gracias, chicos. ¡No podría haberlo hecho sin ustedes! - dijo, mirando a Tomás con gratitud.
Desde ese día, Lucas entendió que el fútbol era más que ganar trofeos; se trataba de compartir momentos, trabajar en equipo, y aprender de cada experiencia. Y aunque siguió soñando con ser un gran futbolista, sabía que lo más importante era disfrutar del camino y las amistades forjadas en el proceso.
Y así, con una sonrisa en el rostro y el corazón lleno de felicidad, Lucas continuó jugando al fútbol, disfrutando cada instante en la cancha, con sus amigos a su lado. Y aunque tuvo que enfrentar altos y bajos, nunca dejó de jugar, porque al fin y al cabo, eso era lo que más amaba.
Y así, el sueño de Lucas, con sus amigos, ¡seguía avanzando!
FIN.