El Sueño del Gato



Había una vez un gato anaranjado llamado Chispa que soñaba con ser un poderoso tigre. Chispa pasaba horas imaginando cómo sería su vida con rayas negras y un rugido que podría asustar a cualquier ratón. Un día, decidió que ya era hora de hacerse ver como el tigre que siempre había querido ser.

Con mucha emoción, Chispa consiguió un tarro de pintura negra, un pincel y se dispuso a pintar su cuerpo con rayas. "Hoy seré el tigre más impresionante de todo el barrio!"- se decía a sí mismo mientras pintaba.

Una vez listo, salió de su casa moviendo su cola con confianza y dispuesto a mostrar su nueva apariencia a sus amigos gatos: Mimi, el gato siamés, y Ramiro, el gato persa. Cuando llegaron al lugar donde siempre jugaban, Mimi y Ramiro no pudieron contener la risa al ver a Chispa.

"¡Mirá a Chispa! Se cree un tigre pero parece un gato pintado de la casa!"- se burló Ramiro.

"¡Sí, parece un payaso!"- agregó Mimi, riéndose a carcajadas.

Chispa sintió que su corazón se rompía un poquito. "Quizás no debería haberme pintado..."- pensó y decidió irse a casa.

Sin embargo, mientras caminaba cabizbajo, se encontró con una anciana gata llamada Pichona, que tenía un aire sabio. "¿Por qué estás tan triste, Chispa?"- le preguntó Pichona.

"Quería ser un tigre... ¡pero mis amigos se rieron de mí!"- respondió Chispa, con lágrimas en los ojos.

"Escucha, querido. No necesitas ser un tigre para ser especial. Eres único tal como eres. La verdadera fuerza no está en la apariencia, sino en lo que llevas dentro"- le explicó Pichona, acariciándole la cabeza.

Chispa se quedó pensando. "¿De verdad?"- preguntó, secándose las lágrimas.

"Por supuesto. Cada uno de nosotros tiene su propio brillo. Tal vez sea momento de mostrarles a tus amigos lo que realmente importa"-, le sugirió Pichona.

Con renovada energía, Chispa se deshizo de la pintura con agua jabonosa y se fue donde sus amigos. Cuando llegó, en lugar de actuar como un tigre, decidió jugar con ellos como siempre lo hacía, aportando su energía y alegría. Esta vez, su alegría fue contagiosa, y pronto Mimi y Ramiro dejaron de reírse y empezaron a jugar.

"¡Vení, Chispa, juguemos a la caza del ratón!"- invitó Ramiro.

"Sos un compañero genial, no importa si sos un tigre o un gato. ¡Hacés que todo sea divertido!"- agregó Mimi.

Chispa se dio cuenta de que no necesitaba ser un tigre para ser apreciado. Aceptarse tal cual era fue el mejor regalo que pudo hacerse. Así que, aunque sus sueños de ser un tigre nunca se hicieron realidad, encontró que la verdadera fuerza de su ser estaba en ser Chispa, el gato anaranjado con un corazón tan grande.

Desde ese día, Chispa jugaba feliz con sus amigos y nunca más se preocupó por la opinión de los demás, porque había aprendido la mejor lección de todas: ser uno mismo es la más grande de las aventuras.

FIN.

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