El sueño es más fuerte que los obstáculos



Había una vez un niño llamado Mateo, que tenía un gran talento para el fútbol y le encantaba hacer goles.

Él formaba parte de un equipo en su barrio, pero sus padres nunca podían llevarlo a los partidos que su equipo jugaba. Esto entristecía mucho a Mateo, pero él no se daba por vencido. Decidió que iba a seguir practicando y esforzándose día tras día, a pesar de los obstáculos.

Entrenaba en el parque cerca de su casa, pateando la pelota contra la pared y corriendo para mejorar su resistencia. Aunque no podía estar en los partidos, él estaba decidido a ser el mejor jugador de su equipo.

Un

día, el entrenador del equipo, el profesor Manuel, decidió organizar un torneo interbarrial y quiso llevar a todos los jugadores, incluyendo a Mateo. Cuando Mateo le contó que sus padres no podían llevarlo, el profesor Manuel se puso a pensar en una solución.

Decidió hablar con los padres de Mateo y les explicó lo talentoso que era su hijo, y lo importante que era que pudiera participar en el torneo.

Los padres, al escuchar las palabras del profesor, entendieron lo importante que era para Mateo y decidieron hacer un esfuerzo extra para llevarlo a los partidos.

El día del torneo, Mateo y su equipo se enfrentaron a otros equipos del barrio. Mateo estaba emocionado, finalmente podría demostrar su talento en un partido real.

A medida que avanzaba el torneo, Mateo se destacaba por sus habilidades en el campo, haciendo goles increíbles y ayudando a su equipo a ganar los partidos. Al final, su equipo llegó a la final. En el partido decisivo, el juego estaba empatado y solo quedaban unos minutos.

Mateo recibió un pase, dribló a dos jugadores y con un potente disparo, logró hacer el gol que les dio la victoria a su equipo.

El equipo estalló en emoción y celebración. Mateo se sintió completamente realizado.

Sus padres, viendo la felicidad y la realización en el rostro de su hijo, se dieron cuenta de lo mucho que habían subestimado el sueño de Mateo y se comprometieron a apoyarlo en todas sus actividades deportivas.

Desde ese día, Mateo continuó jugando al fútbol, siempre con el apoyo incondicional de sus padres, quienes entendieron lo fundamental que era alimentar sus sueños y pasiones.

FIN.

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