El sueño espacial de Tomás
Había una vez un niño llamado Tomás, que desde pequeño soñaba con ser astronauta y explorar otros mundos y universos. Pasaba horas mirando el cielo estrellado e imaginando aventuras en el espacio.
Un día, después de años de estudiar y entrenarse para ser astronauta, Tomás finalmente logró su sueño y fue seleccionado para una misión espacial. Viajó en una nave espacial durante meses hasta llegar a un planeta desconocido.
Al llegar al planeta, Tomás salió de la nave para explorar. Caminó por desiertos rocosos, valles cubiertos de nieve y montañas gigantes. Pero lo más emocionante ocurrió cuando descubrió una ciudad alienígena completamente diferente a todo lo que había visto antes. - ¡Guau! -exclamó Tomás-.
¡Nunca había visto algo así! Mientras caminaba por la ciudad alienígena, se encontró con un extraterrestre amistoso llamado Zorg. - Hola -dijo Zorg-. Me alegra verte aquí. ¿Cómo te llamas? - Soy Tomás -respondió el niño-.
Soy un astronauta humano enviado desde la Tierra para explorar este planeta. Zorg estaba fascinado por Tomás y le mostró toda su ciudad natal. Le presentó a otros extraterrestres curiosos que también querían conocer al visitante humano.
Tomás pasó semanas aprendiendo sobre la cultura alienígena y enseñándoles sobre los humanos en la Tierra. Descubrieron muchas cosas interesantes juntos como nuevas tecnologías e incluso compartieron comidas exóticas. Sin embargo, eventualmente llego el momento de regresar a la Tierra.
Tomás tenía que dejar a sus nuevos amigos y volver a casa. - ¡Lo pasé increíble aquí! -dijo Tomás-. Gracias por mostrarme su mundo. - Fue un placer conocerte, Tomás -respondió Zorg-. Esperamos verte pronto.
Después de despedirse de Zorg y los extraterrestres, Tomás volvió a la nave espacial para emprender el viaje de regreso. Mientras se alejaba del planeta, miró por la ventana y se dio cuenta de lo mucho que había aprendido en su aventura alienígena.
Comprendió que aunque las diferencias culturales pueden ser grandes entre diferentes planetas, siempre hay cosas en común como la curiosidad, el respeto y el deseo de aprender unos de otros.
Y con esa lección aprendida, Tomás prometió seguir explorando el universo y descubriendo nuevas civilizaciones amistosas. Y así termina la historia del niño astronauta que encontró una civilización desconocida en otro planeta. Una aventura inspiradora para todos aquellos niños que sueñan con explorar el espacio algún día.
FIN.