El Sueño Estrellado de Mateo



Había una vez un niño llamado Mateo, que vivía en una pequeña granja en el campo. Desde muy pequeño, Mateo siempre había sentido una gran fascinación por las estrellas y el cielo nocturno.

Cada noche, se quedaba despierto mirando por la ventana de su habitación y soñando con explorar el universo. Un día, mientras ayudaba a su papá a alimentar a los animales de la granja, Mateo les contó sobre su sueño de volar entre las estrellas.

Los animales, sorprendidos por las palabras del niño, decidieron ayudarlo a cumplir su deseo.

La noche siguiente, cuando todos los animales se habían reunido en el patio trasero de la granja bajo un manto oscuro lleno de estrellas brillantes y relucientes, Mateo salió sigilosamente de su casa para unirse a ellos. Allí estaba Don Ganso, un ganso sabio y conocedor del cielo nocturno.

Con voz grave y pausada, le dijo a Mateo: "Si quieres volar entre las estrellas necesitarás alas". Mateo miró alrededor buscando unas alas mágicas pero no encontró ninguna. Sin embargo, Don Ganso tenía un plan. "Ven conmigo", dijo Don Ganso mientras caminaban hacia el gallinero.

Dentro del gallinero había muchas gallinas revoloteando y cacareando felices. Una de ellas era Doña Pancha; ella tenía plumas doradas que parecían destellos en la oscuridad. "Doña Pancha tiene plumas mágicas", explicó Don Ganso. "Si te las pone, podrás volar entre las estrellas".

Mateo se acercó con cautela a la gallina y le explicó su deseo. Doña Pancha, con una sonrisa amable en su pico, extendió sus alas y permitió que Mateo tomara algunas de sus plumas doradas.

Con las plumas mágicas en sus manos, Mateo corrió hacia el granero donde estaba Lola, la vaca más alta y fuerte de toda la granja. Le preguntó si podía usarla como trampolín para alcanzar el cielo estrellado.

Lola asintió entusiasmada y se inclinó lo suficiente para que Mateo pudiera subirse a su lomo. Con un salto valiente, Mateo se elevó por encima del granero mientras las plumas doradas comenzaban a brillar intensamente. El viento soplaba fuerte mientras Mateo ascendía cada vez más alto.

Mirando hacia abajo desde las alturas, pudo ver cómo los animales de la granja lo observaban con admiración y regocijo. De repente, una ráfaga de viento hizo que Mateo perdiera el equilibrio y cayera en picada hacia el suelo.

Pero antes de tocar tierra firme, algo sorprendente ocurrió: todas las aves de la granja volaron alrededor de él formando una especie de red invisible que lo atrapó en el aire.

"¡No te preocupes! ¡Nosotros te salvaremos!", exclamaron los pájaros en coro. Los pájaros llevaron a Mateo nuevamente hasta el firmamento estrellado.

Allí, rodeado por un sinfín de luces brillantes, Mateo se dio cuenta de que no necesitaba alas mágicas ni ser un experto volador para alcanzar su sueño. Simplemente tenía que creer en sí mismo y en el apoyo de sus amigos animales. A medida que la noche avanzaba, Mateo y los animales disfrutaron juntos de la belleza del cielo estrellado.

Aprendieron sobre las constelaciones y cada uno compartió historias sobre cómo imaginaban que eran esos lejanos planetas y galaxias. Finalmente, cuando amaneció, todos regresaron a la granja con una sonrisa en sus rostros.

Mateo se acostó en su cama, sabiendo que aunque no pudiera volar físicamente entre las estrellas, siempre llevaría consigo el recuerdo de esa maravillosa aventura nocturna. Desde aquel día, Mateo siguió soñando con explorar el universo mientras cuidaba de los animales de su granja.

Y aunque nunca más pudo volar entre las estrellas como aquella noche mágica, siempre supo que tenía un lugar especial en su corazón donde podía viajar por los confines del cosmos cada vez que lo deseara.

Y así fue como Mateo descubrió que los sueños pueden hacerse realidad si tienes fe en ti mismo y cuentas con amigos dispuestos a ayudarte a alcanzar las estrellas.

FIN.

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