El Sueño Guardado de Sofía



Había una vez, en un pequeño pueblo lleno de colores y risas, una niña llamada Sofía. Desde muy chiquita, Sofía tenía un gran sueño: quería ser astronauta y viajar por el espacio para conocer nuevas estrellas y planetas. Pero había algo especial en su sueño: ¡se lo guardaba en un pequeño frasco de cristal que siempre llevaba con ella!

Sofía nunca le había contado a nadie sobre su sueño. Por un lado, sentía que era demasiado grande y especial como para compartirlo. Por otro lado, temía que alguien pudiera reírse de ella. Así que cada mañana, antes de salir a jugar con sus amigos, abría el frasco y le susurraba: “Hoy será un gran día, y aunque no pueda volar, siempre te llevaré conmigo”. Luego cerraba el frasco con cuidado y lo metía en su mochila, donde lo protegía como un tesoro.

Un día, mientras Sofía jugaba en el parque con sus amigos, escuchó una conversación entre dos chicos:

"¿Viste la nueva película de astronautas? Es increíble, pero esos sueños no son para nosotros."

Sofía sintió que algo en su corazón temblaba. Así que decidió que había llegado el momento de armarse de valor y compartir su sueño con sus amigos. Pero el miedo la atrapó.

"¿Qué tal si no les gusta o se ríen de mí?" pensaba Sofía con tristeza.

Pasaron los días, y su sueño seguía guardado en el frasco, escondido en lo más profundo de su mochila. Pero un día, mientras exploraban un campo de flores, uno de sus amigos, Leo, le preguntó:

"Sofía, ¿qué tenés en esa mochila? Siempre la llevás a todos lados."

Sofía dudó por un momento, pero finalmente decidió abrir su corazón.

"Es algo muy especial... es mi sueño. Quiero ser astronauta y viajar al espacio."

Los ojos de sus amigos se iluminaron de asombro.

"¡Eso suena increíble!" exclamó Ana.

"¡Podrías visitar Marte y hablar con los marcianos!" agregó Hugo.

Sofía se sorprendió. Sus amigos no solo no se reían de ella, sino que comenzaban a mostrarle entusiasmo por su sueño. Cada uno comenzó a compartir sus propios sueños: Leo quería ser inventor, Ana soñaba con ser bailarina y Hugo quería ser un gran chef. Sofía sintió que su corazón se llenaba de alegría al saber que no estaba sola.

A partir de ese día, un clima diferente rodeó a la pandilla. Todos apoyaron a Sofía en su objetivo de ser astronauta. Organizaron noches de películas sobre el espacio, construyeron cohetes de cartón y hasta hicieron un mapa de estrellas en el patio de su casa. Cada vez que Sofía miraba al frasco, lo hacía con el corazón lleno de esperanzas y risas.

Con el tiempo, Sofía se dio cuenta de que su sueño crecía más y más, y que cuanto más hablaba de él, más fuerte se sentía. Su confianza aumentaba y, lo que antes era un secreto guardado, se transformó en una comunidad de sueños compartidos.

Finalmente, el día de la feria de ciencias llegó. Sofía decidió presentar su proyecto sobre el espacio. Se armó de valor, abrió su frasco y con voz llena de ilusión dijo:

"Les traigo conmigo a las estrellas. Quiero ser astronauta, y hoy voy a compartir con ustedes mi sueño."

Todos la aplaudieron con entusiasmo, y su proyecto recibió el primer premio. El jurado le dijo que la pasión y el amor con los que había presentado su sueño la convertirían en una gran astronauta en el futuro.

Entonces, Sofía aprendió algo valioso: compartir nuestros sueños no solo los hace más grandes, sino que también nos acerca a nosotros y a las personas que amamos. Ahora, su frasco de cristal estaba lleno de estrellas y risas, y había descubierto que los sueños se pueden hacer realidad cuando se comparte con los demás.

Y ese día, Sofía miró al cielo estrellado y, con una sonrisa inmensa, susurró al frasco: “Gracias por ser mi guardián, juntos lo lograremos.”

Moraleja: Los sueños, por grandes que sean, se hacen más fuertes cuando los compartimos con los demás. No tengas miedo de contarle a alguien más tu sueño, porque a veces, compartirlo puede acercarte mucho más a hacerlo realidad.

FIN.

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