El superhéroe del barrio



Era una vez, en un pequeño barrio de Buenos Aires, un niño llamado Lucas. Lucas era un chico común y corriente, pero siempre soñaba con ser un superhéroe. Pasaba horas frente a la ventana, imaginando que volaba sobre las casas y ayudaba a quienes lo necesitaban. Un día, decidó que era hora de convertirse en el superhéroe que había soñado ser.

Con una manta roja amarrada a su cuello y una linterna que su papá le había dado como símbolo de su luz, salió a la calle dispuesto a ayudar. Sus amigos, Ana y Tomás, lo siguieron.

"¿A dónde vas, Lucas?", preguntó Ana con curiosidad.

"Voy a salvar el barrio", respondió Lucas con una gran sonrisa.

La primera parada fue la plaza, donde un grupo de niños estaba jugando, pero uno, llamado Maxi, había perdido su pelota en un arbusto espinoso.

"No puedo alcanzarla!", gritó Maxi.

Lucas miró a sus amigos y le dijo:

"¡No te preocupes! ¡Yo iré!".

Se acercó al arbusto y con un poco de cuidado logró sacar la pelota sin lastimarse. Todos aplaudieron.

"¡Eres un verdadero superhéroe!", exclamó Tomás.

"¡Sí! ¡Lucas, eres increíble!", agregó Ana.

Lucas se sintió muy bien, pero no se detuvo ahí. Decidió que también ayudaría a las abuelitas del barrio a cruzar la calle. Así que, con su manta roja ondeando, caminó hacia doña Rosa, que estaba esperando en la vereda.

"¿Necesitás ayuda, doña Rosa?", preguntó Lucas.

"Oh, gracias, Lucas. No sé qué haría sin vos", sonrió la abuelita.

Lucas ayudó a cruzar a doña Rosa, pero notó que en el otro lado había un perro intentando agarrar una hamburguesa que se había caído de una mesa.

"¡Mirá, un perro necesita ayuda también!", dijo Lucas.

Se acercó al perro y le ofreció su sándwich de jamón.

"Aquí, amigo. ¡Nunca olvides que compartir es ser héroe también!"

Sin embargo, mientras tanto, Lucas escuchó un grito que provenía de la heladería.

"¡Ayuda! ¡Se me cayó el helado!". Era una niña que lloraba desconsoladamente porque se le había caído su helado justo antes de comprar otro.

"Tengo una idea!", dijo Lucas, y corrió al kiosco más cercano.

"¿Podés darme un helado? ¡Es para una supermujer que lo necesita para reírse!", le dijo al vendedor.

El vendedor, conmovido por la actitud de Lucas y con una gran sonrisa, le regaló un helado. Lucas corrió de regreso, lo entregó a la niña, que de inmediato sonrió.

"¡Gracias, superhéroe! Eres el mejor!"

Pero en ese momento, un fuerte viento comenzó a soplar.

"¡Es un tornado!", gritó Ana.

"No es un tornado, son solo hojas que vuelan. Vamos a ayudar!", dijo Lucas decidido.

Lucas y sus amigos empezaron a recoger las hojas del suelo y, mientras lo hacían, se dieron cuenta de que había más niños en el barrio que necesitaban ayuda. Ayudaron a un niño que no podía alcanzar su cometa, levantaron a una niña que había caído mientras andaba en bicicleta, y hasta ayudaron a un perrito que se había perdido buscando a su dueño.

Cuando finalmente se terminó el día, Lucas miró a su alrededor. Todos estaban contentos y habían sonreído gracias a ellos.

"¿Vieron? No hace falta tener superpoderes para ser un héroe. Solo hay que querer ayudar a los demás", dijo Lucas, orgulloso.

Al caer la noche, sus amigos le dijeron:

"Lucas, hoy fuiste el mejor superhéroe del barrio".

Y, con una gran sonrisa, Lucas les respondió:

"Y ustedes fueron mis mejores compañeros. Recuerden, cada día podemos ser héroes haciendo pequeñas cosas por los demás."

Desde ese día, con su manta roja y su luz, Lucas, el superhéroe del barrio, y sus amigos se propusieron ayudar a los demás, no solo cuando las cosas estaban mal, sino siempre que pudieran, porque ser un héroe es un trabajo de todos los días.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!