El susto compasivo de José



y siempre estaba pensando en nuevas travesuras para hacerles reír. Era el bromista más divertido de todo el pantano y todos los animales esperaban ansiosos sus ocurrencias.

Un día, José decidió gastarle una broma a su mejor amigo, Pepe el conejo. Sabía que a Pepe le daba mucho miedo la oscuridad, así que se le ocurrió esconderse detrás de un árbol y asustarlo cuando pasara por ahí. José esperó pacientemente hasta que vio venir a Pepe dando saltitos.

Se puso en posición para darle un susto de muerte cuando de repente, una rana gigante apareció justo delante de él. - ¡Ahh! -gritó José, llevándose las manos a la cabeza. - ¡José! ¿Qué te pasa? -preguntó Pepe sorprendido.

Pero José no respondió. Estaba tan asustado que ni siquiera podía hablar. La rana gigante era en realidad Lucas, otro amigo del pantano disfrazado como parte de la broma de José.

Pepe se acercó preocupado y tocó su hombro con suavidad. - Tranquilo, José. Soy yo, Pepe. No hay ninguna rana gigante aquí -dijo intentando calmarlo. Poco a poco, José fue recuperando el aliento y miró a su alrededor confundido. - ¿Qué...

qué ha pasado? ¿Dónde está la rana? Pepe rió sin poder contenerse y señaló hacia atrás. - Ahí está Lucas disfrazado. Todo esto fue parte de tu broma pero parece que esta vez la broma te salió mal.

José se sintió avergonzado y triste por haber asustado a su amigo de esa manera. Se dio cuenta de que sus bromas podían no ser tan divertidas para todos. - Pepe, lo siento mucho. No quería asustarte tanto.

Solo pensaba en hacer una broma divertida pero me equivoqué. Pepe sonrió comprensivamente y le dijo:- No te preocupes, José.

Sé que solo querías hacernos reír, pero a veces es importante pensar en cómo se sentirán los demás antes de gastar una broma. Todos cometemos errores, lo importante es aprender de ellos. José reflexionó sobre las palabras de su amigo y decidió cambiar su forma de hacer bromas.

A partir de ese día, se aseguró de conocer bien a sus amigos y respetar sus miedos y gustos antes de jugarles alguna broma. Además, José descubrió que había otras formas de hacer reír a sus amigos sin necesidad de asustarlos.

Aprendió chistes divertidos, contaba historias graciosas e incluso organizaba juegos en el pantano para pasar buenos momentos juntos. Con el tiempo, José se convirtió en el animador oficial del pantano y todos los animales disfrutaban con sus ocurrencias sin temor a ser asustados.

Y así fue como José aprendió que el humor puede ser un regalo maravilloso si se utiliza con responsabilidad y consideración hacia los demás. Desde entonces, siempre recordaba pensar dos veces antes de hacer una broma para asegurarse de que fuera realmente divertida para todos.

Y colorín colorado, esta historia del sapito José ha terminado ¡y todos vivieron felices y se rieron mucho en el pantano!

FIN.

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