El Susurro de la Casa Antigua
Había una vez una niña llamada Sofía, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques. Un día, mientras paseaba con su perro Pipo, se encontró con una antigua mansión al borde del camino. La casa estaba cubierta de hiedra y parecía haber estado deshabitada durante años. La curiosidad la invadió y decidió acercarse.
Cuando Sofía cruzó el umbral de la puerta, un escalofrío recorrió su espalda. Las paredes estaban llenas de retratos de personas que parecían observarla con ojos tristes. Con el corazón latiendo fuerte, comenzó a recorrer las habitaciones vacías.
De repente, escuchó un susurro suave que provenía del salón principal. "¿Quién anda ahí?"- preguntó Sofía, temblando de emoción y un poco de miedo. Un viento frío sopló y las luces parpadearon. "No temas, pequeña, soy Lía, el espíritu de la casa"-, respondió una figura que emergió de la penumbra.
Lía era una niña como Sofía, pero con un vestido etéreo que brillaba como la luna. "He estado aquí mucho tiempo, esperando a alguien que escuche mi historia"-, continuó el espíritu. Sofía, intrigada, le preguntó "¿Qué te pasó, Lía?"-.
"Vivía aquí en otra época, llena de sueños. Pero un día, la casa fue olvidada por todos. Mi alma quedó atrapada, anhelando compañía y un nuevo comienzo"-, explicó Lía con melancolía en su voz.
Sofía sintió una profunda empatía hacia Lía. "No te preocupes, yo te ayudaré. ¡Vamos a hacer que todos conozcan tu historia!"- exclamó Sofía con determinación. Juntas, comenzaron a explorar la casa y encontraron objetos antiguos, cartas y fotos que hablaban de la vida llena de alegría de Lía.
A medida que Sofía compartía las historias que descubría, algo mágico sucedió en la casa. Las paredes comenzaron a cobrar vida, mostrando recuerdos de risas, fiestas y sueños perdidos. Sofía se dio cuenta de que Lía no solo quería que su historia fuese contada, sino que también quería que la casa volviera a ser un lugar lleno de vida.
"Si logramos reunir a la gente del pueblo, podemos restaurar esta casa y comenzar una nueva historia"-, propuso Sofía. Lía sonrió emocionada. "Eso sería maravilloso, Sofía"-.
Así que decidieron invitar a todos los niños del pueblo a un picnic en la mansión. Con la ayuda de Lía, Sofía decoró cada rincón y organizó juegos y actividades. Los niños llegaron, riendo y jugando, llenando la casa con su energía. Sofía se dio cuenta de que no solo Lía había encontrado compañía, sino que la casa empezaba a renacer.
Después de un día lleno de diversión, los niños prometieron volver. Lía apareció ante Sofía, con lágrimas de alegría en sus ojos. "Gracias, Sofía, gracias a vos, mi historia volverá a ser contada y esta casa será un hogar nuevamente"-.
"Siempre estarás en nuestros corazones, Lía"- le respondió Sofía, abrazando al espíritu.
Con el paso del tiempo, la antigua mansión se convirtió en un lugar de encuentro para los niños del pueblo, donde compartían risas, aventuras y recuerdos. Lía, aunque etérea, siempre estaba presente, cuidando de su nueva familia y asegurándose de que su historia nunca fuera olvidada.
Así, Sofía aprendió que la verdadera amistad puede superar cualquier barrera y que cada lugar tiene su propia historia que merece ser recordada. Con amor y un poco de creatividad, incluso las casas más antiguas pueden volver a tener vida.
Y así, tanto Sofía como Lía se convirtieron en guardianes de los sueños, llevando la luz a los corazones de aquellos que se atrevían a soñar.
Desde aquel día, la mansión dejó de ser un lugar de susurros temerosos y se transformó en un hogar lleno de risas y amistad. Y cada vez que alguien cruzaba la puerta, sentían que el eco de Lía estaba ahí, recordándoles que las historias nunca mueren, solo esperan a ser contadas.
FIN.