El Susurro de la Madre Naturaleza



En un pequeño pueblo llamado Verdevivo, los niños solían jugar al aire libre, correr entre árboles frondosos y hacer picnics en el campo. Sin embargo, a medida que pasaban los días, algunos comenzaron a olvidar la importancia de cuidar su entorno.

Un día, mientras jugaban cerca del arroyo, escucharon un suave susurro. "¡Pequeños!" -dijo una voz melodiosa que parecía venir de entre los árboles.

Los niños se miraron entre sí, asombrados. "¿Quién habla?" -preguntó Sofía, la más curiosa del grupo.

De repente, apareció una figura luminosa: era la Madre Naturaleza, con un vestido hecho de hojas verdes y flores de colores. Sus ojos reflejaban la luz del sol y su sonrisa era cálida como la brisa de primavera. "Soy yo, la Madre Naturaleza. He venido a recordarles lo importante que son para mí y para su mundo."

Los niños, atónitos, la rodearon. "¿Pero qué podemos hacer para ayudarte, Madame?" -dijo Tomás, el más travieso del grupo.

"Hay mucho por hacer. Cada vez que tiran basura, están dañando mi hogar. Y cuando no cuidan a los árboles y las plantas, se sienten tristes de perder amigos. ¿No lo comprenden?"

Las palabras de la Madre Naturaleza resonaron fuerte en sus corazones. "No queremos que estés triste," -dijo Sofía, apenada.

Madre Naturaleza sonrió de nuevo y explicó: "Cada acción cuenta. ¿Por qué no organizan un día de limpieza en el parque? Podrían plantar flores para embellecer su espacio y ayudar a que más animales vengan".

Los niños se miraron emocionados. "¡Sí! ¡Podemos hacerlo!" -exclamó Tomás, ya imaginándose recogiendo basura y plantando flores.

Así, todos regresaron a sus casas con una nueva misión. Se organizaron y al día siguiente, se reunieron en el parque.

Mientras recogían basura, cada uno de ellos comenzó a comprender más sobre la naturaleza. "Miren, encontré un nido de pájaros!" -gritó Sofía emocionada.

"¡Debemos tener cuidado y no molestarlos!" -dijo Marcos, recordando las palabras de la Madre Naturaleza.

Cuando terminaron la limpieza, estaban orgullosos de su trabajo. "Ahora podemos plantar las flores!" -dijo Tomás, lleno de entusiasmo. Así, tomaron las semillas y comenzaron a plantar con gran esmero.

A medida que pasaban los días, el parque comenzó a transformarse. Los colores vibrantes de las flores llenaban el aire de alegría, y pronto, mariposas y pájaros regresaron a los árboles.

Un día, mientras disfrutaban de un picnic rodeados de su parque embellecido, volvieron a escuchar el susurro de la Madre Naturaleza. "¡Estoy orgullosa de ustedes, pequeños! Gracias por cuidar de mí y de su hogar."

Los niños, llenos de sonrisas, miraron hacia el cielo. "¡Nunca más vamos a olvidar lo importante que es cuidar a la Madre Naturaleza!" -gritó Sofía con alegría.

Fue así como el pueblo de Verdevivo aprendió a valorar y proteger su entorno, convirtiéndose en un ejemplo para otros pueblos cercanos. Y cada año, celebraban un día especial para recordar cuánto puede brillar el mundo cuando se cuida y se ama la naturaleza.

Y así, el susurro de la Madre Naturaleza se convirtió en parte de sus corazones, un recordatorio constante de que, juntos, pueden hacer una gran diferencia.

FIN.

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