El Susurro de la Noche
En un pueblito olvidado llamado Villanueva, se contaban historias sobre un viejo faro que se alzaba en la costa.
Las leyendas hablaban de un farero que nunca se fue y que en las noches más oscuras, el faro brillaba con una luz extraña. La gente decía que esa luz era un aviso de algo aterrador. Un grupo de amigos, Gastón, Lía y Mateo, decidieron investigar.
"Vamos a ver qué hay en el faro, ¡no puede ser tan aterrador como dicen!"-, dijo Gastón, mientras se reía. Lía, más cautelosa, frunció el ceño y contestó: "Pero si todos dicen que está embrujado...
¿no les parece un poco peligroso?"- Mateo, siempre el más valiente del grupo, replied: "Lo que necesitamos es un poco de adrenalina, ya estamos grandes para creernos esas cosas. ¡Nadie nunca se ha atrevido a ir!"- Así que, con linternas en mano, se acercaron al faro al caer la noche.
La brisa marina parecía susurrar secretos y a medida que se acercaban, el aire se volvía más denso. Una vez dentro del faro, el ambiente se volvió helado, y el crujido de las tablas resonaba como si el lugar estuviera vivo. "¿Escucharon eso?"-, preguntó Lía, asustada.
"Solo es el viento, no te asustes"-, le respondió Mateo, intentando mantener la calma. "Vamos, exploremos un poco..." Cuando llegaron a la habitación del farero, encontraron un diario viejo cubierto de polvo.
Al abrirlo, las páginas estaban llenas de historias sobre el mar y una sombra que acechaba en la oscuridad. En la última página, un dibujo de una criatura con ojos brillantes y tentáculos. "¿Qué es esto?"-, preguntó Lía, con miedo.
"Tal vez solo es un cuento para asustar chicos"-, dijo Gastón, pero no podía evitar sentirse inquieto. A medida que leían, la luz de sus linternas comenzó a parpadear. "Chicos, esto no me gusta para nada..."-, dijo Lía. De repente, la luz del faro se encendió, iluminando el mar.
Y ahí, en la orilla, vieron la sombra de la criatura del dibujo. Era enorme y parecía observarlos. "¡Rápido, salgamos de aquí!"- gritó Mateo mientras corrían hacia la salida. Pero la puerta se cerró de golpe.
"¿Qué hacemos ahora?"-, preguntó Lía, con lágrimas en los ojos. "Si logramos encender el faro, tal vez nos deje salir"-, propuso Gastón. Entre gritos y carreras, encontraron el mecanismo que hacía funcionar el faro. Con manos temblorosas y corazones acelerados, lograron prenderlo.
A medida que la luz brillaba más fuerte, la sombra comenzó a desvanecerse. "¡Lo logramos!"- gritó Mateo, saltando de alegría. La criatura desapareció y la puerta se abrió. Salieron corriendo, con risas nerviosas, pero el miedo aún les recorría el cuerpo.
"Nunca volvamos a hablar de esto"-, dijo Lía, aún pálida. "¡Es un secreto, no?"-, agregó Gastón, sacudiendo la cabeza. De regreso en casa, cada uno prometió que no contarían a nadie sobre su aventura.
Sin embargo, sabían que la experiencia los había unido más que nunca. Y aunque el faro seguía en pie, comprendieron que algunas leyendas se cuentan para mantener viva la adrenalina, pero la verdadera amistad vence incluso los miedos más oscuros.
Desde entonces, en noches de tormenta, los tres amigos se sentaban juntos y recordaban su aventura, sabiendo que lo que más temían en realidad los había fortalecido.
Nunca supieron si la criatura era real o solo un producto de su imaginación, pero lo que realmente importaba era que enfrentaron su terror juntos, y eso los convirtió en un equipo imparable.
Y así, la historia del faro se transformó en una anécdota, un grito de valentía que les recordaría que la verdadera oscuridad no está en lo desconocido, sino en no compartirlo con quienes más importan.
FIN.