El Susurro de la Noche



Era una noche oscura en el pequeño pueblo de Luminaria, un lugar donde los habitantes siempre habían contado historias sobre un misterioso niño vagabundo. Se decía que él aparecía en las noches de luna llena, trayendo consigo susurros y un aire de inquietud.

Martín y Valentina, dos amigos inseparables, habían escuchado las historias que contaban los más grandes. Sin embargo, su curiosidad era más fuerte que su miedo. Un día, decidieron aventurarse en el bosque al caer la noche, dispuestos a descubrir la verdad detrás del niño vagabundo.

Mientras caminaban, se sintió una extraña brisa que hizo que Valentina se abrazara del abrigo de Martín.

"¿Escuchaste eso?" - preguntó Valentina, mirando a su alrededor con nerviosismo.

"Sí, parece que alguien susurra..." - respondió Martín, frunciendo el ceño.

Decididos a seguir adelante, los amigos se adentraron más en el bosque. Cada vez que un rayo de luna iluminaba el camino, podían ver sombras que danzaban entre los árboles. De repente, un grito desgarrador rompió el silencio.

"¡Eso fue un niño!" - gritó Valentina, asustada.

Martín apretó su mano y, en lugar de retroceder, continuaron caminando.

"Nadie puede vivir con miedo, Valen. Debemos saber quién es." - insistió.

Tras unos minutos de inquietante silencio, encontraron a un niño de pie entre los árboles, con una luz tenue que lo envolvía.

"Hola... no tengan miedo." - dijo el niño, con una voz suave.

Ambos se quedaron paralizados, sin saber qué hacer. El niño tenía un aspecto pálido, pero sus ojos brillaban con curiosidad y bondad.

"Soy Lúcio, el niño de los susurros. La gente me teme porque piensan que traigo oscuridad, pero solo quiero jugar. ¿Quieren jugar conmigo?" - propuso.

"Pero... ¿por qué siempre aparecés solo en las noches?" - preguntó Valentina, aún cautelosa.

"Porque en la noche, los sueños se vuelven reales. Solo busco amigos con quienes compartir mis aventuras" - respondió Lúcio con una sonrisa.

Los amigos, intrigados, se dieron cuenta de que lo que creían que era terrorífico, en realidad era un niño que solo deseaba compañía. Aceptaron la invitación de Lúcio y comenzaron a jugar. Corrieron entre los árboles, contando historias de valientes héroes y donde la luna brillaba y los sueños cobraban vida.

Con cada risa y cada juego, las sombras de sus miedos se disipaban. Al finalizar la noche, Lúcio dijo:

"Siempre que me necesiten, estaré aquí. No hay que tener miedo de lo desconocido. A veces, las cosas no son lo que parecen." - les sonrió mientras la luna iluminaba su rostro.

Los amigos hicieron una promesa: nunca dejarían que el miedo los detuviera. Aprendieron que el valor no se trata de no sentir miedo, sino de enfrentar lo desconocido con un corazón abierto.

A partir de esa noche, Martín y Valentina siguieron explorando el bosque, y aunque nunca dejaron de sentirse un poco asustados, también esperaban con ilusión volver a ver a Lúcio, el niño de los susurros, que les enseñó que en lo oscuro, también hay luz si sabes dónde buscarla.

FIN.

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