El susurro de la Sierra



En lo alto de la Sierra Nevada de Santa Marta, en un pequeño y colorido pueblito llamado Bahía Verde, vivía una comunidad indígena conocida como los Kankuamos. Estos pueblos vivían en armonía con la naturaleza, rodeados de montañas majestuosas, ríos cantarinos y la abundante flora y fauna.

La pequeña Nael era una niña curiosa y aventurera. Siempre se preguntaba sobre los misterios de su tierra y su conexión con los espíritus que habitaban la montaña. Ella escuchaba a los ancianos del pueblo contar historias sobre cómo los animales, las plantas y los ríos eran guardianes de su sabiduría. Un día, tras un rato jugando con sus amigos, Nael decidió que quería ver a esos espíritus por sí misma.

"Si la tierra está viva, entonces seguro tiene algo que decirme", pensó Nael.

Esa noche, cuando la luna brillaba intensamente, Nael se escabulló de su casa y se aventuró en el bosque. Caminó por un sendero rodeado de flores que emitían un tenue resplandor.

"¡Ay, que hermoso es este lugar!", exclamó Nael, maravillada por la belleza que la rodeaba.

De pronto, escuchó un suave murmullo, como si el viento hablara entre los árboles. Intrigada, Nael siguió el sonido hasta llegar a un claro. Allí, a la sombra de un árbol enorme, encontró a un conejo de pelaje plateado que brillaba bajo la luz de la luna.

"Hola, Nael. He estado esperando tu llegada", dijo el conejo, moviendo su nariz con curiosidad.

"¿¡Tú puedes hablar! ?", se sorprendió Nael, dando un paso atrás.

"Soy un guardián de esta sierra. He venido a enseñarte algo muy especial sobre los espíritus de la naturaleza", respondió el conejo.

Nael sintió que su corazón latía con fuerza. El conejo la llevó por senderos ocultos y le mostró cuevas repletas de pinturas antiguas, mostrando cómo sus ancestros honraban la tierra.

"Cada pintura cuenta una historia, cada piedra tiene un propósito", dijo el conejo mientras señalaba con una patita una imagen de un jaguar.

"¡Es maravilloso! Pero, ¿por qué todas estas historias parecen olvidadas?", preguntó Nael con tristeza.

"Porque los jóvenes ya no escuchan la voz de la tierra. Debes ayudar a recordarles que están conectados con ella", contestó el conejo.

Nael, llena de determinación, decidió que al día siguiente contaría a todos en su comunidad sobre su aventura y lo que había aprendido. Cuando regresó a casa, se durmió soñando con el conejo y las historias de la montaña.

Al amanecer, Nael reunió a sus amigos y familiares en la plaza del pueblo.

"¡Escuchen! Anoche conocí a un espíritu de la Sierra. Me habló sobre nuestra conexión con la naturaleza", dijo Nael con entusiasmo.

Los aldeanos se miraron entre sí, algunas sonrisas se dibujaron en sus rostros.

"- Contanos más, Nael. Sabemos que la naturaleza nos cuida, pero olvidamos cómo agradecerle. ¡Esto suena mágico!", gritó uno de sus amigos.

Nael comenzó a relatar su historia y cómo cada elemento en su entorno tenía un significado. El entusiasmo creció entre los espectadores y se unieron en un canto tradicional, celebrando la unión con la tierra. Esa tarde decidieron hacer un festival en honor a los espíritus de la naturaleza, donde cada niño y adulto compartiría algo especial.

El día del festival, decoraron el pueblo con flores, frutas y dibujos que representaban sus sueños y esperanzas. Al anochecer, el cielo se iluminó con fogatas y risas. Nael sintió la presencia del conejo en su corazón.

"- ¡Gracias por recordarnos lo que somos!", dijo un anciano mientras se acercaba a ella con lágrimas de alegría en sus ojos.

El conejo, desde el bosque, sonreía, sabiendo que la conexión entre la comunidad y la naturaleza había sido renovada. Desde aquel día, cada niño aprendió a escuchar las historias de su tierra, a respetar los ríos y los árboles, y así, las enseñanzas del pasado florecieron, como un nuevo amanecer en Bahía Verde.

Y así, Nael y su comunidad comprendieron que siempre deberíamos cuidar y honrar a la naturaleza, pues ella siempre estará aquí, susurrando en cada hoja, en cada río, y en el aire que respiramos.

Con el tiempo, Bahía Verde se convirtió en un lugar donde la historia y la vida se entrelazan, y la otra mitad de Nael fluyó con el susurro de la sierra.

FIN.

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