El Susurro de las Montañas



Había una vez en un pequeño pueblo al pie de las montañas de los Andes, una niña llamada Killa. Killa tenía catorce años y una gran pasión por la historia de su pueblo. Desde pequeña, su abuela le contaba relatos sobre los ancestros, quienes hablaban en quichua y realizaban rituales llenos de sabiduría. Pero a medida que crecía, Killa notó que cada vez menos personas hablaban quichua y que muchos jóvenes se reían de las tradiciones de sus antepasados.

Un día, mientras exploraba una cueva cercana, Killa se encontró con un misterioso libro viejo bajo unas piedras. Al abrirlo, descubrió que estaba escrito en quichua. Su corazón latía fuerte de emoción mientras las palabras parecían danzar frente a sus ojos.

- “¡Esto es un tesoro! ¿Cómo pude haberlo encontrado? ” - se dijo a sí misma, girando la tapa del libro con delicadeza. Las páginas estaban llenas de conocimientos sobre plantas medicinales, rituales comunitarios y la importancia del idioma.

Deseando compartir este hallazgo, corrió al pueblo. En la plaza, reunió a sus amigos y comenzó a leer en voz alta:

- “El pueblo se sostiene en la fuerza de sus raíces, en el habla de sus ancestros…” - su voz resonó con la energía de lo que decía.

Los chicos, al principio, la miraron con curiosidad y esbozaron sonrisas burlonas.

- “¿Estás loca, Killa? ¿Para qué vas a hablar en quichua si nadie lo habla? ” - se rió uno.

Sin desanimarse, Killa continuó.

- “Necesitamos recordar y recuperar quienes somos. ¿Qué pasará cuando ya no haya quienes hablen quichua? ” - les preguntó.

Los amigos se sintieron tocados por su inquietud. Sin embargo, todo cambió cuando Killa sugirió organizar un gran evento en la plaza, donde ellos pudieran presentar danzas, canciones y cuentos en quichua.

- “¡Hagámoslo! ¡Una Fiesta por nuestros Ancestros! ” - exclamó, y lentamente, los chicos comenzaron a entusiasmarse. Cada uno fue tomando roles: unos como músicos, otros escribirían cuentos, y otros aprenderían a danzar.

La sorpresa llegó cuando Killa se dio cuenta de que su abuela conocía muchos quichua y se ofreció a enseñarles a todos los jóvenes.

Así comenzó un mes lleno de aprendizaje y diversión. Cada tarde, Killa, su abuela y los amigos se reunían en la plaza, compartiendo saberes ancestrales.

- “Cuando decimos ‘Ñawi’ en quichua, hablamos de nuestra mirada al mundo. Recordemos que las montañas son nuestros ancestros y nuestras raíces” - decía la abuela.

La fiesta se acercaba y el pueblo estaba emocionado. Killa se sentía llena de expectativas. Pero, justo antes del evento, un grupo de jóvenes ajenos al pueblo empezó a burlarse de ellos.

- “Miren a estos tontos, hablan un idioma viejo e inútil” - gritaban desde la distancia.

Killa sintió que se le encogía el corazón, pero recordó las palabras de su abuela.

- “No dejes que el miedo te haga callar. Ancestral es ser valientes. El quichua vive en nosotros” - le decía.

El día de la fiesta llegó y, aunque estaba nerviosa, Killa decidió hacer la apertura. Con el pecho inflado y ojos brillos, tomó el micrófono y, en quichua, dijo:

- “Hoy nos reunimos para recordar y celebrar quienes somos. En cada palabra quichua, llevamos a nuestros ancestros en el corazón.”

Los murmullos del público se fueron acallando. Al final, se escuchó un aplauso que se tornó en un verdadero estruendo. La gente del pueblo, y también los que antes burlaban, se unieron al baile, al canto y a la risa.

Esa noche, Killa vio cómo los bariques de colores danzaban alegres, sus corazones golpeando juntos en un solo idioma, el del amor y el respeto.

Cuando la luna iluminó el cielo, Killa sonrió mirando a su alrededor. Había cumplido su deseo: había comenzado un camino para salvaguardar sus saberes ancestrales, y aunque sería difícil, sabía que cada uno en el pueblo se había vuelto un guardián de su lengua y cultura.

- “El quichua nunca morirá mientras viva en nuestros corazones” - susurró Killa al viento, mientras las estrellas brillaban con fuerza, como los sueños de aquellos que aún creen en la magia de las montañas.

Desde aquel día, el pueblo no solo celebró la Fiesta por sus Ancestros una vez al año, sino que también empezó a hablar quichua de nuevo, creando un futuro donde los saberes de sus ancestros serían un aliado poderoso. Y todo gracias a la valentía de una niña que decidió ser la voz de su historia.

FIN.

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