El Susurro de Mayo



Era una mañana brillante de mayo en el año 1810, y en un pequeño pueblo del Virreinato del Río de la Plata, dos amigos, Ana y Lucas, jugaban en un campo lleno de flores. Ana era una curiosa niña de diez años, con una gran pasión por la historia, mientras que Lucas, un año menor, soñaba con aventuras.

"¿Sabías que en Buenos Aires la gente está hablando de una gran revolución?" - preguntó Ana mientras recogía una florecita.

"¿Revolución? ¿Eso significa peleas como en las historias de piratas?" - preguntó Lucas intrigado.

"No exactamente. Es un cambio que la gente quiere hacer para ser libres y gobernarse a sí mismos. Hoy se dice que hay una reunión importante en el Cabildo. ¡Vamos a verlo!" - exclamó Ana con emoción.

Los amigos se pusieron en marcha, imaginando cómo sería ese lugar. Al llegar, se encontraron con una multitud de personas. La atmósfera estaba llena de entusiasmo y un poco de nerviosismo. Gente de todas las edades discutía y opinaba apasionadamente.

"¡Libertad! ¡Queremos ser libres!" - gritaba un hombre con un sombrero grande, y todos a su alrededor lo secundaban.

Ana y Lucas se acercaron. Era uno de los patriotas más reconocidos, Cornelio Saavedra.

"¿Qué pasa aquí?" - le preguntó Ana.

"Estamos llamando a que se forme una junta de gobierno. Ya no queremos más que nos manden desde España. Queremos decidir por nosotros mismos" - respondió Saavedra, con voz firme.

Lucas miró a Ana, cuestionándose si era un deber participar en ese acontecimiento histórico o si deberían quedarse al margen como observadores.

"Ana, ¡esto suena increíble! Pero, ¿no es peligroso?" - susurró Lucas.

"Es peligroso, pero si no hacemos algo, seguiremos sin poder decidir sobre nuestras propias vidas. ¡Imagina la libertad!" - respondió Ana con la mirada brillante.

Mientras tanto, un hombre vestido de forma elegante, pero con cara seria, se dirigía a la multitud.

"No hagan tonterías. Ustedes son solo unos colonos. No pueden enfrentarse a España. ¡No tienen posibilidades!" - proclamó.

Ana se sintió desafiante al escuchar esas palabras.

"¿Y si la unión hace la fuerza?" - dijo, levantando la voz sobre el murmullo y encontrando apoyo en algunos de los presentes.

Los murmullos crecieron entre la gente. En un rincón, advirtió a una niña de su edad que estaba viendo todo con los ojos muy abiertos. Ana se acercó a ella.

"¿Te gustaría hacer algo? ¡Podríamos hacer carteles!" - le dijo.

"¡Sí! ¡Eso es!" - respondió la niña. Pero, al escucharla, Lucas se asustó.

"¡Es muy peligroso! ¿Y si nos descubren?" - cuestionó.

"¡Lucas! Hay que arriesgarse si queremos un futuro mejor. Necesitamos hacer nuestra voz escuchada, así como lo hacen estos valientes aquí" - contestó Ana.

Finalmente, Lucas asintió, lleno de energía y confianza. Los tres se unieron a otros chicos del pueblo para crear carteles. El papel se llenó de mensajes de libertad, justo en un día tan significativo.

"¡Libertad! ¡Libertad!" - se podía oír la voz de los chicos mientras pegaban los carteles en cada rincón de la plaza.

Ese día, Ana y Lucas no solo aprendieron sobre la Revolución de Mayo, sino que también se convirtieron en parte de ella. Fue un momento en el que el pueblo entero unió su voz por un futuro libre, y supieron que pequeñas acciones pueden crear grandes cambios.

Cuando regresaron a casa, la luna ya brillaba en el cielo. Estaban cansados pero llenos de satisfacción.

"Hoy sentí que hice algo grande" - dijo Lucas.

"Y todo por unir nuestras voces. Este fue solo el comienzo. ¡La libertad está en nuestro camino!" - respondió Ana con una gran sonrisa.

Y así, aunque aquellos días fueran inciertos, los dos amigos aprendieron que la esperanza y la valentía son el motor que puede cambiar el destino de cualquier pueblo. Mientras sus corazones latían al ritmo de la Revolución, estaban listos para enfrentar el mañana, juntos, como verdaderos patriotas en el camino hacia la libertad.

FIN.

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