El Susurro del Río



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Arroyito, donde un río serpenteaba suavemente entre los árboles y las flores. En este pueblo, los niños pasaban las tardes jugando a la orilla, mientras sus risas llenaban el aire. Sin embargo, una vieja leyenda hablaba de una figura misteriosa, la Llorona, que merodeaba por las aguas, buscando a sus hijos perdidos.

Un día, un grupo de amigos: Sofía, Mateo y Lucas, decidieron explorar el misterio detrás de la Llorona. Sofía, la más valiente, propuso marcar el camino.

"¡Voy a ser la exploradora!", dijo con determinación.

"Pero, ¿y si encontramos a la Llorona?", preguntó Mateo, con un poco de miedo.

"No hay que tenerle miedo a la historia, solo es un cuento. ¡Vamos!" , animó Lucas.

Los tres amigos caminaron junto al río, observando las hojas que danzaban con el viento. De pronto, escucharon un suave susurro que parecía venir del agua.

"¿Escucharon eso?", preguntó Sofía, deteniéndose.

"Sí, suena como un canto triste", murmuró Mateo.

Intrigados, se acercaron al borde del río. Allí, vieron una figura femenina reflejada en el agua, con un vestido largo y blanco.

"¡Es ella! La Llorona!", gritó Lucas, sin poder contener su asombro.

La figura les sonrió tristemente y, de repente, las aguas comenzaron a burbujear.

"¿Por qué lloras?", se atreve a preguntar Sofía.

"Llorar no es más que parte de la historia que arrastro", respondió la figura, con una voz melodiosa y suave.

"¿Qué historia?", preguntó Mateo, curioso.

"Una historia de amor y pérdida. Busco a mis hijos, pero ellos no están aquí. Estoy atrapada en este lamento", explicó la Llorona, como si cada palabra le doliera.

Sofía sintió una profunda tristeza en su corazón.

"¿Y qué podemos hacer para ayudarte?", se atrevió a preguntar.

La Llorona miró a los niños con ternura.

"Si pudiera ver sus risas una vez más, mi tristeza disminuiría. Las risas de los niños siempre iluminan mi corazón", dijo.

Los amigos intercambiaron miradas cómplices y decidieron que debían hacer algo.

"Organicemos un festival para los niños del pueblo!", propuso Lucas.

"¡Sí! Haremos un día de juegos, cuentos y risas en la orilla del río!", continuó Sofía entusiasmada.

Con ganas y mucha creatividad, los tres amigos comenzaron a organizar el festival. Decoraron el lugar con colores, hicieron carteles, y hasta prepararon bocadillos deliciosos.

El día del festival, todos los niños del pueblo se reunieron en la orilla del río. Sofía, Mateo y Lucas se aseguraron de que cada uno tuviera un papel en los juegos.

"¡A jugar!", gritó Mateo, sacando su energía.

Las risas de los niños resonaron en el aire y, por un momento, el río parecía brillar con cada carcajada. La figura de la Llorona apareció lentamente, sonriendo desde la orilla.

"Gracias, pequeños espíritus. Ustedes han hecho que mi corazón se sienta ligero nuevamente", dijo la Llorona con gratitud.

"¡Siempre seremos amigos!", respondió Sofía.

La Llorona se desvaneció lentamente en el agua, pero ya no había tristeza en su mirada.

Desde ese día, los niños de Arroyito pasaron a tener una nueva tradición: cada año, celebraban el festival en honor a la Llorona, creando un lazo entre ellos y la legendaria figura, recordando que las risas y la amistad pueden iluminar incluso los corazones más tristes.

Y así, la leyenda de la Llorona se convirtió en un símbolo de amistad y alegría. El río siempre siguió fluyendo, susurrando historias de aventuras y risas, mientras los niños aprendían la importancia de escucharse unos a otros y ayudar a sanar corazones perdidos.

"Las risas son el mejor remedio", solían decir. Así fue como Sofía, Mateo y Lucas aprendieron que, aunque las historias nos asusten, también pueden traernos valiosas lecciones sobre la amistad y la compasión.

FIN.

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