El Susurro en la Oscuridad
Era una noche oscura y tormentosa. Los relámpagos iluminaban la silueta de una casa antigua, cubierta de hiedra y sombras. Los árboles crujían al viento, y cada vez que el trueno retumbaba, pareció resonar una melodía suave que salía de la casa abandonada.
En un pequeño pueblo cercano, cuatro amigos se habían juntado en la casa de Juan, el más intrépido de todos.
"¿Escucharon eso?" -preguntó Juan, con los ojos brillando de emoción.
"Es solo el trueno", -replicó Sofía, que aunque era valiente, prefería las historias de hadas que las de temor."No hay nada que temer".
"Lo que quiero decir es que parece que en la casa hay algo que llama nuestra atención. ¿No vamos a investigar?" -dijo Lucas, emocionado ante la idea de una aventura.
"No sé, chicos..." -dijo Valentina, moviendo la cabeza mientras sus trenzas bailaban al compás del viento."Cuentan que ahí ocurren cosas raras".
Pero la curiosidad pudo más que el miedo y, bajo la luz titilante de las linternas, los cuatro amigos decidieron aventurarse hacia la casa. Al llegar, la puerta chirrió ominosamente.
"Está todo en silencio" -susurró Valentina, aunque su voz temblaba de emoción y temor al mismo tiempo."Quizás deberíamos volver".
"¡No! ¡Justo estamos aquí!" -replicó Juan, empujando suavemente la puerta hacia adentro.
La casa estaba llena de polvo y telarañas. Cada habitación era como una cápsula del tiempo.
Lucas comenzó a ver cosas interesantes en la sala. Había libros viejos y juguetes de madera.
"Miren estas cosas. ¿Se acuerdan de cuando jugábamos a ser exploradores?" -dijo Lucas mientras levantaba un antiguo tren de juguete.
"¡Mirá! ¡Este libro tiene fotos en blanco y negro!" -exclamó Sofía mientras hojeaba las páginas.
"Son fotografías de la gente que vivía aquí. ¡Qué interesante!" -dijo Valentina."¡Me encantaría saber sus historias!"
Mientras conversaban, un fuerte ruido resonó en el piso de arriba.
"¿Qué fue eso?" -preguntó Sofía, asustada.
"Quizás sea un ratón", -contestó Juan desafiante."Vamos a descubrirlo".
Subieron las escaleras crujientes, y al llegar al pasillo de arriba, notaron que una de las puertas estaba entreabierta.
"Eso parece raro“ -dijo Valentina, mirando a sus amigos. La curiosidad era más fuerte que el miedo."Vamos a abrirla".
"¡1, 2, 3!" -contaron en un tono juguetón antes de empujar la puerta con un golpe decidido.
Al abrirla, encontraron una habitación decorada con murales coloridos y figuras de un circo antiguo. Cuatro maniquíes estaban vestidos de payasos.
"¡Qué extraño! Esto no pinta para nada aterrador", -dijo Juan, aliviado."De hecho, se ve divertido".
En ese momento, un pequeño objeto dorado en el suelo llamó su atención. Lucas se agachó y lo levantó. Era una medalla que decía: "La valentía reside en la curiosidad".
"¡Miren lo que encontré!" -exclamó Lucas con alegría.
"Quizás esta medalla sea un recordatorio de por qué estamos aquí", -dijo Valentina, mirando a sus amigos."La curiosidad nos llevó a descubrir este lugar".
"Y debemos aprender de lo que encontramos aquí. No sólo por nosotros, sino por quienes vivieron en esta casa", -agregó Sofía.
Recordaron las historias que habían leído en el libro. Esas personas también habían sido jóvenes, llenas de sueños y curiosidad.
"Nosotros podemos, y debemos, seguir su camino", -dijo Juan decidido."Cada vez que tengamos miedo, recordemos que hay que ser valientes y curiosos".
Con el corazón lleno de esperanza y emoción, los cuatro amigos decidieron seguir explorando la casa, no sólo por la aventura, sino para dar vida a las historias olvidadas. En la oscuridad de la tormenta, aprendieron que a veces los lugares más inquietantes pueden revelar las historias más bellas.
Y así, esa noche dejó de ser oscura y aterradora para convertirse en la más iluminadora de sus vidas.
FIN.