El Susurro Valiente
Era un día soleado en la Escuela Primaria Arcoíris, donde los alumnos estaban entusiasmados por aprender sobre la historia de Argentina. El maestro Julián, conocido por ser algo estricto, se encontraba en la pizarra, explicando detalles sobre la independencia del país. Sin embargo, se sentía frustrado porque varios niños charlaban entre ellos en lugar de prestar atención.
- ¡Silencio, por favor! -exclamó Julián, sin poder contener su voz que resonaba en toda la aula.
Los niños quedaron en silencio, asustados. En el rincón, Mateo, un niño de ocho años, alzó la mirada, sintiendo que la tensión en el aire era abrumadora. Aunque él no estaba hablando, el grito de Julián le hizo sentir un nudo en el estómago.
Mateo siempre había sido un niño amable y dulce, pero también un poco tímido. Su naturaleza lo llevaba a escuchar en lugar de hablar, lo que a veces provocaba que lo ignoraran. En ese momento, decidió que era hora de actuar.
- ¡Señor Julián! -dijo Mateo, levantando la mano valientemente.
El maestro lo miró, sorprendido por la osadía del chico, pues raramente alzaba la voz.
- ¿Qué pasa, Mateo? -dijo Julián, suavizando su tono, aunque aún algo serio.
- Yo creo que todos estamos un poco nerviosos y sólo queríamos aprender... -comenzó a decir Mateo, sintiéndose más valiente al ver la atención de sus compañeros sobre él-. Quizás, si nos habla con menos fuerza, nos sintamos más cómodos para participar.
El Aula quedó en un profundo silencio. Julián se quedó pensando por un instante. Se dio cuenta de que, en momentos de frustración, había olvidado que los niños aprendían mejor en un ambiente alegre y tranquilo.
- Tienes razón, Mateo -respondió, esta vez con una sonrisa-. A veces, al igual que un viento fuerte, siento que mi voz puede hacer más ruido del necesario. Voy a intentar hablar más suave.
Los niños sonrieron, sintiendo que la situación se había vuelto más amistosa. Sin embargo, había un problema que Julián había notado: a Mateo le costaba participar efectivamente, ya que nunca se sentía en confianza para hacerlo. Así que decidió darle la oportunidad de contar su historia favorita de la independencia en frente de la clase.
- Mateo, si quieres, puedes contarnos qué aprendiste sobre Manuel Belgrano. -dijo Julián, alentando al pequeño.
Mateo tragó saliva, pero sintió que ya no había miedo, así que empezó a hablar:
- Manuel Belgrano fue un gran patriota. Él luchó por la libertad de nuestro país y creó la bandera con sus colores, para que todos supieran que queríamos ser libres. -explicó.
Sus compañeros lo escuchaban con atención. La voz de Mateo resonaba, pero esta vez era un susurro valiente. A medida que contaba la historia, se daba cuenta de que tenía mucho que aportar. Cada vez que miraba a sus compañeros, estos le sonreían, animándolo.
Al finalizar la historia, la clase estalló en un aplauso.
- ¡Bravo, Mateo! -gritaron varios compañeros.
Julián, emocionado, estaba muy orgullete de su alumno. - ¡Ves que puedes compartir tus ideas! Lo importante es que, a veces, necesitamos recordar cómo nos sentimos y cómo el ambiente puede ayudarnos a ser mejores. ¡Gracias por tu valentía!
Mateo sonrió, sintiendo que había superado un gran desafío. Desde ese día, no solo siguió participando más en clase, sino que también hizo amigos al compartir historias y opiniones, transformando su timidez en confianza. Julián, por su parte, aprendió que la educación va más allá de levantar la voz; se trata de construir espacios donde cada niño se sienta seguro y valorado.
Y así, en la Escuela Primaria Arcoíris, un pequeño susurro se hizo escuchar, y la valentía de un niño cambió la forma en que su maestro enseñaba, haciendo de cada clase un lugar mejor para aprender y crecer juntos.
FIN.