El Taco Millonario
Había una vez un perrito llamado Sandro que vivía en un barrio de Buenos Aires. Sandro era un perro muy especial, porque tenía un gran sueño: quería ser multimillonario. Cada día, mientras paseaba por el parque, miraba a los humanos en sus coches lujosos y soñaba con tener su propia fortuna.
"¡Algún día seré tan rico como ellos!", decía Sandro moviendo su colita mientras imaginaba un mundo de lujos.
Un día, mientras se acomodaba en su rincón favorito, vio a un grupo de perritos que jugaban a la pelota. Uno de ellos, un caniche llamado Lucas, le contó un secreto.
"Sandro, he oído que hay una bruja en la esquina que puede hacer que tu sueño se haga realidad", le susurró Lucas.
Intrigado, Sandro decidió buscar a la bruja. Caminó y caminó hasta encontrar una casita pequeña y rara con luces de colores. Al tocar la puerta, una anciana con un sombrero puntiagudo le abrió.
"¿Qué deseas, pequeño perro?", preguntó la bruja.
"Quiero ser multimillonario", respondió Sandro con determinación.
"¿Estás seguro?", dijo la bruja, ladeando la cabeza.
Sandro asintió fervientemente, y la bruja le soltó una risa.
"Está bien, pero debes saber que a veces los deseos traen sorpresas. Toma esta pócima."
Sin pensarlo dos veces, Sandro bebió la pócima. En un instante, una nube de humo lo envolvió y comenzó a girar como un trompo. Al despejarse el humo, Sandro se encontró transformado... ¡en un taco!"¿Qué... qué me pasó?", gritó Sandro, pero solo pudo emitir un sonido crujiente.
Desesperado, se dio cuenta de que no podía moverse, solo rodar. Un grupo de niños se acercó a la taquería donde se encontraba y lo miraron con curiosidad.
"Mirá, un taco con forma de perrito", exclamó uno de ellos.
Sandro, aunque estaba dentro de un taco, todavía tenía esperanzas. A medida que los niños comenzaron a jugar, uno de ellos se le acercó y dijo:
"¡Este taco es el mejor de todos!"
Sandro se sintió feliz. Aunque no era el multimillonario que había soñado, se dio cuenta de que podía hacer feliz a otros.
Los niños comenzaron a comprar muchos tacos que contenían una parte de Sandro, y el dueño de la taquería se volvió muy exitoso.
Con el tiempo, el dueño decidió abrir más locales y así, el sueño de Sandro de ser rico se cumplió, aunque de manera inesperada. Años después, cuando la taquería se había expandido por toda la ciudad, la bruja visitó a Sandro, quien seguía siendo un taco.
"¿Estás contento, pequeño?", preguntó la bruja.
"Sí, aunque nunca pensé que terminaría así, he traído alegría a muchos", respondió Sandro con nueva sabiduría.
Y así, Sandro entendió que ser multimillonario no solo se trataba de riqueza, sino de hacer feliz a otros. Nunca dejó de ser un taco, pero su espíritu juguetón y cariñoso perduró en cada bocado.
Los niños ahora sabían que el taco más especial era, en realidad, un perro que había aprendido a compartir su felicidad. Y así, el sueño de Sandro se volvió real de una manera inesperada, convirtiéndose en un símbolo de alegría para todos en su barrio.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.