El talento revelado de Martín



Había una vez en una escuela de Buenos Aires, un grupo de adolescentes que siempre se reunía en el mismo rincón del patio durante el recreo. Eran amigos inseparables y compartían risas, juegos y secretos.

Pero entre ellos había un chico llamado Martín que siempre quedaba excluido. Martín era tímido y no se sentía cómodo acercándose al grupo. Siempre los miraba desde lejos, deseando poder ser parte de sus conversaciones y actividades.

Pero cada vez que se acercaba, los demás lo ignoraban o lo rechazaban. Un día, cansado de sentirse solo, Martín decidió tomar cartas en el asunto. Se propuso demostrarles a sus compañeros que también podía ser divertido e interesante como ellos.

Martín tenía un gran talento para cantar y bailar, así que decidió participar en la próxima función escolar. Pasó horas ensayando en su habitación hasta estar seguro de haber perfeccionado su actuación.

Llegó el día del espectáculo y todos estaban emocionados por ver las presentaciones de sus compañeros. Cuando llegó el turno de Martín, estaba nervioso pero decidido a dar lo mejor de sí mismo. La música comenzó a sonar y Martín salió al escenario con una energía desbordante.

Cantó con pasión y bailó con gracia, contagiando a todos los presentes. Los aplausos retumbaron en todo el auditorio cuando terminó su presentación. Los adolescentes del grupo miraron sorprendidos la actuación de Martín.

Nunca antes habían visto ese talento oculto dentro de él. Fue entonces cuando se dieron cuenta de lo equivocados que habían estado al excluirlo. Después del espectáculo, los compañeros se acercaron a Martín con una sonrisa en el rostro.

Se disculparon por haberlo dejado de lado y le pidieron que se uniera a su grupo. Martín aceptó encantado, pero les recordó lo importante que es ser amables y no juzgar a alguien solo por su apariencia o timidez.

A partir de ese día, el grupo de amigos aprendió la importancia de aceptar a todos sin prejuicios. Juntos compartieron risas, juegos y secretos, pero también aprendieron a valorar las habilidades únicas que cada uno tenía para ofrecer.

Martín se convirtió en un miembro querido e indispensable del grupo. Y desde aquel día, nunca más hubo lugar para la exclusión ni para dejar de lado a ningún compañero en aquel recreo escolar.

FIN.

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