El tallador de sueños


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Cobertizo, donde vivía un niño de dieciséis años llamado Martín. Martín era muy escéptico y siempre cuestionaba todo lo que oía.

Un día, mientras paseaba por el bosque, escuchó una conmoción proveniente de un cobertizo abandonado. Intrigado, Martín decidió acercarse al cobertizo y descubrió que dentro había un anciano tallando figuras en madera con un esmeril.

El anciano se presentó como Don Azmerrei y le mostró a Martín su creación más especial: una estatua fluorecente que parecía brillar en la oscuridad. Martín quedó fascinado por la habilidad del anciano y por la belleza de la estatua, pero notó que era muy frágil.

Don Azmerrei explicó que la fragilidad era parte de su encanto y que cada pieza tenía su propia historia. A partir de ese día, Martín visitaba regularmente a Don Azmerrei en el cobertizo para aprender el arte de tallar madera.

Con el tiempo, Martín se convirtió en un hábil artesano y creó sus propias obras maestras. Sin embargo, la noticia sobre las actividades en el cobertizo llegó a oídos del alcalde del pueblo, quien era conocido por ser excesivamente estricto y excéntrico.

Decidió excomulgar a Don Azmerrei y prohibirle seguir trabajando en el cobertizo. Martín estaba indignado por esta decisión injusta e decidió organizar una protesta pacífica junto a los habitantes del pueblo para demostrarle al alcalde que estaban en desacuerdo con su excentricidad.

Durante la protesta, ocurrió algo inesperado: un jabalí salvaje apareció corriendo hacia ellos.

Todos entraron en pánico excepto Martín, quien recordando las enseñanzas de Don Azmerrei sobre mantener la calma ante situaciones difíciles logró evadir al jabalí y llevarlo de vuelta al bosque sin causar daño alguno. Impresionados por la valentía y determinación de Martín, los habitantes del pueblo comenzaron a cuestionar las decisiones del alcalde y finalmente lograron revocar la excomunión de Don Azmerrei.

El cobertizo volvió a ser un lugar de creatividad y aprendizaje para todos los habitantes del pueblo.

Martín se convirtió en un símbolo de unidad y resiliencia, demostrando que incluso en tiempos difíciles es posible hacer frente a la hipocresía e infringir las reglas injustas con bondad y determinación.

Y así, gracias al valor y sabiduría de un joven mancebo como Martín, el pueblo de Cobertizo pudo superar sus diferencias e iniciar una nueva etapa basada en el respeto mutuo y el mestizaje cultural implícito entre todos sus habitantes.

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