El Tambor Mágico de Nico y Lila
Era un día soleado en el barrio de Nico y Lila. Mientras jugaban en el parque, escucharon un sonido peculiar. - ¿Qué es eso? - preguntó Lila, mirando a su alrededor.
- No puedo decirlo... ¡Vamos a investigar! - respondió Nico, emocionado.
Siguiendo el sonido, llegaron a un rincón del parque donde encontraron un tambor antiguo. Pero no era un tambor cualquiera; cuando Nico se acercó y lo tocó suavemente, comenzó a sonar solo, como si tuviera vida propia.
- ¡Mirá esto! - dijo Nico, asombrado.
Lila, con ojos brillantes, se acercó. - ¿Podemos tocarlo juntos? -
Ambos comenzaron a golpear el tambor al mismo tiempo. Su sonido llenó el aire y atrajo la atención de otros niños que estaban jugando cerca.
- ¡Vamos a formar una banda! - propuso Lila.
- Sí, pero falta algo. Necesitamos más instrumentos - añadió Nico.
Mientras pensaban en qué más usar, comenzaron a mirar a su alrededor. Encontraron algunas piedras, hojas, y hasta un viejo balde.
- ¡Mirá esta piedra! - comentó Lila, tomando una piedra y golpeándola contra el tambor. - Suena a un platillo.
- Y este balde puede servir de caja de ritmos. ¡Yo le voy a dar! - dijo Nico, entusiasmado.
Juntos empezaron a experimentar con los objetos. Golpeaban, rasguñaban y sacudían, creando ritmos divertidos que hacían que todos los niños del parque se unieran. En poco tiempo, habían formado una verdadera orquesta improvisada.
- ¡Suenan increíble! - gritó uno de los chicos mientras bailaba a su alrededor.
Pero de repente, el tambor dejó de sonar.
- ¿Qué pasó? - se preguntó Lila, preocupada.
- Puede que necesitemos un poquito de magia más - dijo Nico mientras miraban el tambor.
- ¿Y si pensamos en un deseo? - sugirió Lila.
- ¡Sí! Pero debe ser un deseo musical - agregó Nico, con una mirada decidida.
A ambos les dio una idea: - Contemos hasta tres y deseemos juntos. Uno, dos, tres… ¡Queremos música!
Al gritar eso, el tambor vibró y comenzó a sonar de nuevo, pero esta vez acompañado de luces de colores que danzaban alrededor.
- ¡Increíble! ¡Está encantado! - exclamó Lila.
Entonces, Nico comenzó a moverse al ritmo del tambor, y Lila lo siguió. Pronto, todos en el parque se unieron a la danza, siguiendo el compás y creando una gran fiesta.
Mientras bailaban y disfrutaban, Lila notó algo especial. - Vos sabés, Nico, creo que el verdadero poder está en compartir la música y la alegría con todos.
- ¡Tenés razón! - contestó Nico, sonriendo.
Finalmente, el tambor se detuvo.
- ¡Eso fue asombroso! - gritó un niño, aún emocionado.
- Ahora sabemos que la música está en todos nosotros, solo tenemos que unirnos y dejarla salir - reflexionó Lila.
- Sí. Nunca lo olvidemos. Y siempre podemos encontrar música en los lugares más inesperados - añadió Nico.
Desde aquel día, cada vez que querían tocar música, sólo tenían que recordar su tambor mágico y crear joyas sonoras con lo que tuvieran a mano. Se convirtieron en los mejores amigos y músicos, siempre listos para improvisar y alegrar el día de quienes los rodeaban.
FIN.