El Tambor Mágico de Tomás



Tomás era un niño curioso y valiente que vivía en un pequeño pueblo. Un día, mientras exploraba el desván de su abuela, encontró un tambor brillante y colorido. Atraído por sus destellos, Tomás decidió tocarlo. "¿Qué hará si le doy un golpecito?" - se preguntó. Al instante, el tambor vibró y, antes de que se diera cuenta, se encontró en un bosque lleno de animales que nunca había visto.

"¡Hola!" - dijo una ardilla con un sombrero de copa. "Bienvenido al Bosque de los Sueños. Yo soy Lía, la ardilla aventurera."

Tomás, sorprendido, respondió: "¡Hola! Soy Tomás. ¿Cómo llegué aquí?"

"Ese tambor que encontraste tiene el poder de llevarte a lugares mágicos. Pero ten cuidado, cada lugar tiene sus propias reglas."

Tomás sintió una mezcla de emoción y responsabilidad. Con Lía a su lado, comenzaron a explorar el bosque. Pero de repente, se encontraron con un problema. Un grupo de animales estaba enojado porque las flores del bosque estaban marchitas. "¿Por qué están así?" - preguntó Tomás.

"Un mago egoísta ha robado la luz del sol. Sin ella, las flores no pueden crecer. ¡Necesitamos ayuda!" - dijo un búho sabio.

Tomás, sin pensarlo, decidió hacer algo. "Dediquémonos a recuperar la luz del sol. Lía, debemos seguir al mago."

Después de un largo camino, encontraron la cueva del mago, custodiada por un dragón de suaves escamas. "No pueden pasar sin resolver mi acertijo."

Lía y Tomás se miraron, listos para el desafío. "Adelante, dragón. ¡Estamos listos!" - dijo Tomás con confianza.

El dragón sonrió y planteó su acertijo. Tras unos minutos de reflexión y colaboración, Tomás exclamó: "¡La respuesta es 'la imaginación'!"

"Correcto. Pueden pasar, pero cuiden de lo que deseen."

Dentro de la cueva, el mago estaba rodeado por luces brillantes. Al verlo, Tomás se acercó y le habló con respeto. "Por favor, mago, devuelve la luz del sol. Los animales del bosque la necesitan."

El mago lo miró con curiosidad. "¿Y si no quiero?"

Tomás no se dio por vencido. "La luz no solo es para ti, es para todos los que la necesitan. Cuando compartes, eres más fuerte."

El mago sintió algo en su corazón y decidió devolver la luz. En un abrir y cerrar de ojos, la luz del sol regresó al bosque, y las flores comenzaron a florecer nuevamente.

"Gracias, Tomás. Has hecho algo increíble. A veces, el simple acto de compartir puede cambiar el mundo." - dijo el mago con una sonrisa.

Tomás, feliz, se despidió de Lía y los demás animales y volvió a tocar su tambor. En un instante, regresó al desván de su abuela. Con el tambor en sus manos, supo que había aprendido algo importante: nadie debería ser egoísta y que donde hay amistad y valentía, siempre hay un camino hacia la luz.

Desde aquel entonces, Tomás y su tambor mágico vivieron muchas aventuras más, pero siempre recordando la valiosa lección del Bosque de los Sueños.

FIN.

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