El telescopio de Juan Pablo
En un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía un niño llamado Juan Pablo. Desde que tenía memoria, su mayor sueño había sido explorar las estrellas. Cada noche, se sentaba en el patio de su casa con un viejo libro de astronomía que le había dado su abuelo, mirando con asombro las constelaciones y imaginando lo que habría más allá de ellas.
Un día, mientras caminaba por el mercado, Juan Pablo vio un anuncio en el escaparate de la tienda de su amigo Marcos. -'¡Telescopios a la venta!'-, decía con letras grandes y llamativas. Juan Pablo sintió que su corazón latía más rápido. -'¡Tengo que tener uno!'-, pensó.
Como no tenía dinero ahorrado, Juan Pablo decidió hacer algo creativo. Fue a casa y dijo a su hermana, Sofía, -'Voy a organizar una feria para recaudar fondos. ¡Podemos hacer y vender juguetes hechos a mano!'-
A Sofía le brillaron los ojos. -'¡Esa es una gran idea! ¡Nos ponemos a trabajar!'-, respondió con entusiasmo.
Pasaron semanas y la feria fue un éxito. Vendieron juguetes, postales y galletitas. Al final del día, Juan Pablo y Sofía contaron el dinero que habían recaudado. -'¡Tenemos suficiente para el telescopio!'-, exclamó Juan Pablo, lleno de alegría.
Al día siguiente, Juan Pablo se dirigió a la tienda de Marcos y compró su tan ansiado telescopio. -'¡Por fin puedo ver las estrellas más de cerca!'-, dijo mientras miraba el telescopio, brillando en su caja.
Esa noche, Juan Pablo puso el telescopio en su patio y comenzó a observar el cielo. -'¡Increíble!'- gritó emocionado. Vio la Luna y sus cráteres, los anillos de Saturno y varias estrellas fugaces. Estaba tan fascinado que no se dio cuenta de que su amiga Lucía estaba detrás de él.
- '¿Qué mirás, Juan Pablo?' - preguntó Lucía curiosa.
- '¡Mirá, te invito! Esto es maravilloso, vení a ver...' - dijo Juan Pablo mientras le hacía espacio.
A partir de ese día, todos los amigos de Juan Pablo se unieron a sus observaciones. Juntos, aprendieron sobre las constelaciones, los planetas y las nubes de estrellas. Pero algo comenzó a inquietar a Juan Pablo. -'¿Y si hay otras criaturas en el espacio?'- pensó.
Una noche, mientras observaban, Lucía preguntó -'¿Y qué pasaría si nos encontráramos con extraterrestres?'-
Todos rieron, y Juan Pablo, con la mirada llena de ilusión, dijo -'Creo que serían amigos y nos contarían sobre su hogar. ¡Tal vez hay un planeta lleno de niños que también sueñan con mirar las estrellas!'-
Los niños continuaron haciendo preguntas sobre lo que había allá afuera. Pero una noche, mientras todos estaban en el patio, algo inesperado ocurrió. Juan Pablo miró a través del telescopio y gritó -'¡Miren! ¡Hay algo raro en el cielo!'-.
La multitud se reunió a su alrededor, y miraron por el telescopio. -'Es un objeto brillante que se mueve rápido. ¿Qué será?' - preguntó Marcos.
- 'Puede ser un satélite, o un meteorito. O incluso una estrella que nunca hemos visto antes' - dijo Juan Pablo, emocionado. Con cada día que pasaba, el cielo seguía sorprendiéndolos, desafiando su imaginación.
Decididos a resolver el misterio, los amigos decidieron enviar un mensaje al cielo. -'¡Querido espacio! Si hay alguna criatura o planeta que está escuchando, ¡nos encantaría saber más sobre ustedes!' - escribieron en un papel y lo lanzaron al viento con un globo.
Los días se convirtieron en semanas y la vida siguió. Sin embargo, lo que no esperaban era que el fuerte viento arrastraría el globo hasta perdido en el horizonte. Una noche, meses después de haberlo enviado, Juan Pablo se despertó repentinamente en su cama. Un ruido suave y ligero venía del patio. Intrigado, salió al jardín y lo que vio lo dejó sin palabras.
Allí, había un pequeño ser brillante, como una estrella, pero con forma humanoide. -'Hola, Juan Pablo. Leímos tu mensaje' - dijo el ser con una voz melodiosa. -'Vengo de un planeta lejano y quiero invitarte a ti y a tus amigos a explorar el universo.'-
Los amigos de Juan Pablo, que también estaban despertados por el ruido, se quedaron boquiabiertos. -'¿Esto es verdad?' - preguntó Lucía, con la boca abierta.
- 'Claro, ¡es hora de una aventura!'- respondió el ser, mientras extendía su mano iluminada hacia ellos.
Sin dudarlo, Juan Pablo tomó la mano del extraño y, uno a uno, todos los niños lo siguieron. En un instante, fueron transportados a un espacio fascinante, donde pudieron ver planetas de colores y criaturas amigables de diferentes sistemas solares.
Cuando regresaron a casa, Juan Pablo estaba lleno de nuevas ideas. -'¡Ahora entiendo! No importa de dónde venimos, todos compartimos el mismo anhelo de explorar y aprender.'-
A partir de entonces, Juan Pablo y sus amigos pasaron sus noches no solo observando el cielo, sino también soñando con las posibilidades que el universo tenía para ofrecer. Así, la aventura que empezó con un sencillo telescopio se convirtió en un viaje de amistad, imaginación y descubrimiento.
Y aunque nunca volvieron a ver al ser brillante, Juan Pablo siempre supo que cada vez que miraba las estrellas, algo mágico los estaba observando a ellos también.
FIN.