El Telescopio de Valentina y Tomás



En un pequeño barrio de Buenos Aires, donde las estrellas brillaban más que en cualquier otro lugar, vivían Valentina y Tomás, dos amigos inseparables. Desde que se conocieron en el jardín de infantes, siempre compartieron su afición por la aventura y el deseo de aprender cosas nuevas. Una noche, mientras observaban el cielo estrellado desde el patio de la casa de Valentina, decidieron que era hora de acercarse más a las estrellas.

"- ¿Y si hacemos un telescopio?" propuso Tomás emocionado.

"- ¡Sí! Pero, ¿cómo?" respondió Valentina, con los ojos brillando de curiosidad.

Los dos amigos se sentaron en el suelo y empezaron a buscar en sus casas cosas que pudieran utilizar. Valentina encontró un tubo de cartón de papel higiénico. "- Esto puede servir como el cuerpo del telescopio!" dijo, mientras lo mostraba con entusiasmo.

"- Y yo tengo una lupa que podría servir como lente de aumento!" añadió Tomás, buscando entre sus juguetes.

Así fue como comenzaron su aventura de construcción. Juntaron algunos otros materiales: un par de gafas rotas de su hermano mayor, unas piezas de un juguete viejo, y un par de cintas adhesivas.

"- ¡Espectacular, tenemos todo!" gritó Valentina, mientras miraba el material esparcido en la mesa del patio.

Con su entusiasmo y un poco de experiencia de sus clases de ciencias, comenzaron a ensamblar los elementos. Con mucha determinación, unieron el tubo de cartón a la lupa, y utilizaban las cintas adhesivas para asegurar todo en su lugar. Sin embargo, mientras trabajaban, se dieron cuenta de que algo no estaba bien.

"- ¡Valen! No veo bien a través de la lupa!" exclamó Tomás, con un tono de preocupación.

"- Tal vez necesitamos otro tipo de lente", sugirió Valentina, frunciendo el ceño.

Entonces, tuvieron una idea. "- Vamos a buscar más cosas en casa de mi abuelo, él siempre tiene objetos interesantes!" propuso Tomás.

Arrancaron hacia la casa del abuelo de Tomás, donde encontraron un viejo proyector de diapositivas. Al explorar el lugar, descubrieron que podía convertirse en la lente perfecta. Con la ayuda del abuelo, que se entusiasmó con la idea de sus nietos, lograron obtener una lente de mejor calidad, además de algunos consejos sobre cómo enfocar correctamente.

"- ¿Sabías que algunos telescopios están hechos con lentes convexas?" le contó el abuelo mientras montaban las piezas.

"- ¡No! Pero parece que nuestra misión está tomando forma!" respondió Valentina, sonriendo.

Finalmente, luego de mucho esfuerzo y algunas risas, Valentina y Tomás lograron completar su invento. Subieron al tejado de la casa de Valentina para observar el cielo estrellado.

"- ¡Mirá! ¡Funciona!" gritó Tomás, mirando a través de su telescopio improvisado.

"- ¡Veo una estrella fugaz!" exclamó Valentina, mientras apuntaba con cuidado.

De repente, una ráfaga de viento sopló y el telescopio se tambaleó, los niños asustados se aferraron a él para que no se cayera. Pero en ese instante, notaron algo aún más extraordinario: una constelación. Aunque no habían planeado observarla, empezaron a reconocerla.

"- ¡Es Orion!" dijo Valentina, recordando sus lecciones de ciencias.

"- ¡Y está tan cerca! Nunca hubiera imaginado que podríamos verlo así de claro!" expresó Tomás, maravillado.

Con cada estrella que lograban ver, la emoción crecía. Decidieron anotar sus observaciones en un cuaderno y dibujar las constelaciones que veían. La noche se llenó de risas y comentarios sobre lo que estaban descubriendo, sintiendo que, a pesar de las dificultades, su esfuerzo había valido la pena.

"- Prometamos seguir explorando", sugirió Valentina al final de la noche, con el brillo de las estrellas reflejado en sus ojos.

"- ¡Sí! Y también invitar a otros amigos para construir más telescopios!" concluyó Tomás, emocionado por las aventuras que vendrían.

Y así, bajo la luz de la luna y las estrellas, Valentina y Tomás aprendieron que la curiosidad y la colaboración siempre pueden llevarte a descubrir algo maravilloso, y que a veces las cosas más sencillas pueden brindarte los mayores alegrías.

FIN.

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