El telescopio mágico en Marte
Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, dos niños curiosos llamados Martín y Sofía. Les encantaba explorar el mundo que los rodeaba y siempre estaban buscando nuevas aventuras.
Un día, mientras jugaban en el jardín trasero de la casa de Martín, vieron algo brillante en el cielo. - ¡Mira, Sofía! -exclamó Martín señalando hacia arriba-. ¿Qué es eso? Sofía levantó la mirada y vio un telescopio abandonado en el ático de su casa.
- Creo que ese telescopio podría ayudarnos a descubrir qué es eso -dijo Sofía emocionada. Los dos niños subieron corriendo al ático y llevaron el telescopio al patio trasero. Lo limpiaron cuidadosamente y lo colocaron apuntando al cielo.
- ¿Y ahora qué hacemos? -preguntó Martín impaciente. - Tenemos que ajustar las lentes para poder ver mejor -respondió Sofía con determinación. Después de varios intentos, lograron enfocar correctamente el telescopio.
Ambos se asomaron por turnos y quedaron maravillados al ver cómo los cráteres del planeta Marte se acercaban cada vez más a ellos. - ¡Es real! ¡Estamos viendo Marte! -gritó Martín entusiasmado. Pero entonces, algo extraño sucedió: desde dentro del telescopio salió una luz brillante que los envolvió por completo.
Cuando volvieron a abrir los ojos, se encontraban parados sobre la superficie rojiza del planeta Marte. - ¡Increíble! ¡Estamos en Marte! -exclamó Sofía sorprendida. Mientras exploraban el nuevo mundo, descubrieron que no estaban solos.
Un pequeño marciano llamado Roki se les acercó tímidamente. - ¡Hola! ¿Quiénes son ustedes? -preguntó Roki con curiosidad. - Somos Martín y Sofía, dos niños de la Tierra -respondió Martín emocionado-. ¿Y tú? - Soy Roki, un marciano curioso.
No suelo ver humanos por aquí. ¿Cómo llegaron hasta aquí? Los niños explicaron lo del telescopio y cómo los había llevado a Marte. Roki parecía muy interesado en escuchar su historia. - En mi planeta no tenemos telescopios como los de ustedes.
Me encantaría poder ver la Tierra desde aquí -dijo Roki con una mirada soñadora. Entonces, a Martín se le ocurrió una idea brillante.
- Si nos devolvemos a casa, podríamos traer nuestro telescopio para que puedas ver la Tierra cuando quieras. Además, podríamos aprender más sobre tu planeta y compartir nuestra experiencia con otros niños de la Tierra. Roki saltó de alegría ante esa propuesta y juntos emprendieron el viaje de regreso a casa.
Al llegar al ático de la casa de Martín, encontraron el telescopio esperándolos pacientemente. Desde ese día, los tres amigos pasaron mucho tiempo juntos compartiendo sus conocimientos y experiencias sobre sus respectivos planetas.
Aprendieron sobre las diferencias entre ambos mundos y la importancia de cuidar y respetar el planeta en el que vivimos.
Martín, Sofía y Roki se convirtieron en embajadores de la amistad interplanetaria, demostrando que la curiosidad y el deseo de aprender pueden unir a personas (y marcianos) sin importar las diferencias. Y así, con cada mirada al cielo estrellado, recordaban su increíble aventura en Marte y cómo un simple telescopio los había llevado a descubrir nuevos mundos llenos de posibilidades. Fin.
FIN.