El terrario del sapo


Había una vez un pequeño niño llamado Agustincito que era muy curioso y le encantaba explorar la naturaleza. Él siempre estaba en busca de nuevas aventuras y descubrimientos, especialmente animales.

Un día, mientras caminaba por el bosque, Agustincito se topó con un sapo. Era verde y tenía unos ojos saltones que lo miraban fijamente. Agustincito se emocionó mucho al verlo, pero cuando intentó acercarse para tocarlo, el sapo saltó asustándolo.

Agustincito retrocedió rápidamente y comenzó a temblar de miedo. Nunca había sentido tanto miedo en su vida. Se sentía avergonzado por haberse asustado de algo tan pequeño e inofensivo como un sapo.

"¿Qué te pasa Agustincito?" -preguntó su amigo Tomás que lo acompañaba en su aventura. "Me dio miedo ese sapo" -respondió Agustincito con tristeza. "No tienes por qué tener miedo de él", dijo Tomás tratando de consolarlo"Los sapos son animales inofensivos y no te pueden hacer daño".

Pero Agustincito aún estaba nervioso y no quería acercarse al sapo otra vez. Entonces Tomás tuvo una idea brillante: construirían un terrario para el sapo para que pudieran observarlo sin tener que tocarlo.

Así fue como los dos amigos recolectaron ramas, hojas secas y tierra para crear el hogar perfecto para el sapo. Una vez terminado, pusieron al animal dentro del terrario y lo observaron desde afuera. Agustincito se sintió mucho más cómodo y seguro observando al sapo desde la distancia.

Poco a poco comenzó a aprender más sobre los sapos, como por ejemplo que son animales muy importantes para el ecosistema ya que comen insectos dañinos para las plantas. "¡Mira Tomás! El sapo está comiendo una mosca" -exclamó Agustincito emocionado.

"Sí, es increíble cómo estos pequeños animales pueden ser tan útiles", dijo Tomás sonriendo. Desde ese día en adelante, Agustincito aprendió a no tener miedo de los sapos y otros animales pequeños.

Aprendió que incluso las criaturas más pequeñas pueden tener un gran impacto en nuestro mundo y que respetarlos es importante para mantener el equilibrio en la naturaleza.

Y así, gracias a su amigo Tomás, Agustincito descubrió una nueva forma de explorar y aprender acerca del mundo natural sin tener miedo.

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