El Territorio Sin Miedo
Era un día soleado en la Escuela Primaria Estrella Brillante, donde los chicos de primer grado estaban listos para comenzar su día. La maestra, la señora Marta, había preparado una actividad muy especial para activar la imaginación de sus alumnos.
- ¡Buenos días, mis pequeños aventureros! - saludó la señora Marta con una sonrisa amplia.
- ¡Buenos días, maestra! - respondieron los niños en coro.
La señora Marta les explicó que iban a salir al patio a realizar una expedición. El tema del día era 'El Territorio Sin Miedo'.
- Hoy, vamos a aprender a enfrentar nuestros miedos - anunció.
Los alumnos se miraron entre sí, algunos ya temiendo lo que podría venir. Entre ellos, estaba Lucía, una niña que siempre tenía miedo de lo desconocido. Ella miró a su mejor amigo, Tomás, con inquietud.
- ¿Y si aparece un monstruo? - preguntó Lucía, con una pizca de temor en su voz.
- No existen monstruos - respondió Tomás, animándola.
- Pero... ¿y si hay una sombra rara? - insistió Lucía, sintiéndose un poco más nerviosa.
- ¡Vamos! - interrumpió la señora Marta. - Vamos a usar nuestra imaginación para convertirlo en algo divertido. ¡Vamos al patio!
Al llegar al patio, la señora Marta formó a los alumnos en círculo y les dijo:
- Ahora, cada uno va a contar cuál es su mayor miedo y cómo pueden transformarlo en algo positivo.
El primer niño, Diego, levantó la mano:
- Yo le tengo miedo a las alturas. -
- ¿Y si lo conviertes en un hermoso pájaro que vuela libremente? - sugirió la señora Marta.
- ¡Sí! - exclamó Diego, aliviado.
Siguió María:
- Yo le tengo miedo a la oscuridad.
- ¿Y si lo transformamos en un cielo estrellado? - planteó la maestra.
- ¡Eso me gusta! - sonrió María.
Lucía escuchaba con atención y comenzó a sentir que su miedo, aunque aún ahí, se hacía un poco más pequeño.
- Yo... yo le tengo miedo a...
- ¡A ver, Lucía! - la alentó Tomás.
- ... a lo desconocido.
- Eso es muy valiente - dijo la señora Marta con dulzura. - ¿Cómo podrías imaginarlo?
- No sé - admitió Lucía.
Entonces la señora Marta inspiró hondo y, con una gran sonrisa, dijo:
- Imagina que lo desconocido es un cazador de tesoros que nos ofrece aventuras.
- ¿Un cazador de tesoros? - preguntó Lucía, curiosa.
- Sí, imaginemos que en cada aventura que enfrentamos, descubrimos algo valioso sobre nosotros mismos - explicó la maestra.
Los niños empezaron a aplaudir, fascinados. De repente, se oyó un ruido extraño entre los arbustos.
- ¡Ay, un monstruo! - gritó un compañero.
- ¡No! - exclamó la señora Marta, deteniendo el pánico. - Recuerden la aventura.
Tomás, inspirado por la clase, caminó lentamente hacia los arbustos y con valentía, asomó su cabeza. Antes de que los demás pudieran gritar, el chico descubrió que el ruido provenía de un pequeño perro que había quedado atrapado entre las ramas.
- ¡Es solo un perrito! - rió Tomás, mientras el perro movía la cola felizmente.
- ¡Es un tesoro! - dijo Lucía, aliviada.
Con la ayuda de todos, rescataron al perrito y la señora Marta lo abrazó con ternura:
- Miren, aquí tenemos una verdadera aventura. Así que nunca tengan miedo de lo desconocido. En cada sombra puede haber un amigo o una alegría escondida.
De regreso al aula, Lucía se sintió diferente. Había sido un día lleno de risas y superación.
- Gracias, maestra - dijo Lucía, con una sonrisa que iluminó su rostro. - Hoy aprendí que lo desconocido puede ser hermoso.
- Eso es lo que me gusta escuchar - respondió la señora Marta, dibujando una sonrisa en su rostro.
Desde ese día, Lucía nunca volvió a ver los miedos de la misma manera. A cada aventura que se presentaba, le daba la bienvenida con una sonrisa, lista para descubrir los tesoros que escondía.
FIN.