El Tesoro Compartido


Había una vez dos hermanos, Martín y Tomás, que vivían en un tranquilo pueblo rodeado de hermosas tierras. Un día, su padre falleció dejándoles de herencia un gran terreno.

Martín, el hermano mayor, siempre había soñado con construir una granja para criar animales y vender productos agrícolas, por lo que estaba ansioso por adueñarse de todo el terreno. Sin embargo, no se dio cuenta de que las tierras las heredaba junto a su hermano Tomás.

Decidido a no compartir, Martín ideó un plan para engañar a su inocente hermano y quedarse con toda la herencia. Un día, Martín le dijo a Tomás: -Hermanito, se me ocurrió un juego muy divertido.

Vamos a dividir el terreno en dos partes, tú eliges una y yo me quedo con la otra. Tomás, confiado en la buena fe de su hermano, aceptó emocionado. Martín planeaba engañar a Tomás para quedarse con la mejor parte del terreno, pero algo inesperado sucedió.

Mientras caminaban por las tierras, Tomás descubrió un hermoso árbol cargado de deliciosas frutas en la parte que le correspondía. La alegría de Tomás fue inmensa. Pronto, ambos hermanos comenzaron a trabajar juntos en sus respectivas parcelas.

Martín, al ver el éxito de Tomás en el cultivo de sus tierras, se dio cuenta de su error. Comprendió que la unión y la colaboración eran mucho más valiosas que adueñarse de todo.

Entonces, pidió perdón a su hermano por su egoísmo y juntos decidieron unir sus terrenos para trabajar en equipo y compartir sus cosechas.

Al final, lograron construir la granja que Martín siempre había soñado, pero esta vez con la sabiduría de que la verdadera riqueza se encuentra en los lazos familiares y la colaboración.

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