El tesoro de Aguita y sus amigos del arroyo
Había una vez en un pequeño arroyo escondido en medio del bosque, una gota de agua muy especial.
Esta gotita se llamaba Aguita y era diferente a las demás porque tenía la capacidad de cambiar de estado constantemente: unas veces era líquida, otras veces se convertía en vapor y también podía volverse sólida como hielo.
Aguita no entendía por qué pasaba esto, y siempre se preguntaba a sí misma: "¿Por qué soy tan distinta? ¿Qué me está sucediendo?" Pero nadie en el arroyo sabía explicarle el motivo de sus transformaciones. Un día, mientras Aguita flotaba en forma de vapor sobre los árboles, conoció a Estrellita, una estrella curiosa que brillaba con intensidad en el cielo.
Estrellita le dijo a Aguita:- ¡Hola, querida gotita! Veo que tienes dudas en tu corazón. ¿En qué puedo ayudarte? Aguita le contó a Estrellita sobre su extraña habilidad para cambiar de estado sin comprender por qué.
- No te preocupes, Aguita -dijo Estrellita con dulzura-. Tú eres especial porque tienes la capacidad de adaptarte a diferentes situaciones y formas. Eres única y eso te hace maravillosa.
Las palabras de Estrellita llenaron el corazón de Aguita de esperanza y alegría. A partir de ese momento, decidió explorar sus transformaciones con curiosidad y valentía.
Un día fresco de invierno, cuando el arroyo estaba cubierto por un manto blanco de nieve, Aguita sintió cómo su cuerpo se enfriaba cada vez más hasta volverse sólida como un cristal transparente. Al principio se asustó al ver que ya no podía moverse libremente como antes; sin embargo, recordando las palabras reconfortantes de Estrellita, decidió disfrutar esa nueva experiencia.
- ¡Wow! ¡Soy hielo ahora! Qué sensación tan diferente pero interesante -exclamó Aguita emocionada mientras observaba maravillada su nuevo aspecto.
Con el paso del tiempo y gracias a la ayuda de sus amigos del arroyo, Aguita aprendió a controlar sus cambios de estado y descubrió que cada uno tenía su propia belleza y propósito. Se dio cuenta de que ser diferente no era algo malo; al contrario, era lo que la hacía única e irrepetible.
Finalmente llegó la primavera y con ella el calorcito del sol que derritió lentamente al hielo permitiendo que Aguita volviera a fluir libremente por el arroyo en su forma líquida.
Esta vez lo hizo con una sonrisa en su rostro sabiendo que aunque cambiara mil veces seguía siendo ella misma: la increíble gotita llamada Aguita.
Y así fue como nuestra protagonista comprendió que no importaba cuántas veces cambiara o se transformara; lo verdaderamente importante era aceptarse tal como era y disfrutar cada etapa del viaje por este gran mundo lleno de sorpresas y aprendizajes infinitos.
FIN.