El tesoro de Doña Rosa


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Tranquila, tres amigos inseparables: Juancito, Pedrito y Laurita. Los tres eran muy curiosos y siempre estaban buscando aventuras juntos.

Un día, mientras jugaban en el parque, encontraron una bolsa llena de monedas brillantes. Juancito fue el primero en verla y exclamó emocionado: "¡Miren lo que encontré! ¡Es un tesoro!". Laurita miró la bolsa con desconfianza y dijo: "No creo que sea correcto quedarnos con esto.

Seguramente alguien la perdió". Pero Pedrito, que siempre había sido un poco travieso, le contestó rápidamente: "¿Y si nos la quedamos solo por un rato? Podemos jugar a las tiendas y luego devolverla".

Juancito dudaba entre lo que era correcto e incorrecto, pero finalmente decidió escuchar a Pedrito y asintió con entusiasmo. Jugaron durante horas con las monedas, comprando golosinas y juguetes en su propia tiendita improvisada.

Sin embargo, cuando llegó la hora de devolver la bolsa de monedas, se llevaron una gran sorpresa al descubrir que pertenecía a Doña Rosa, la anciana dueña de la tienda del pueblo. Doña Rosa los miró con tristeza y les preguntó si sabían algo sobre su dinero perdido.

"Lo siento mucho Doña Rosa", dijo Juancito avergonzado. "Encontramos la bolsa en el parque y pensamos que podíamos jugar un rato antes de devolvérsela". Doña Rosa suspiró profundamente y les explicó lo importante que era ser honestos incluso cuando nadie los veía.

Les recordó que robar no solo implicaba tomar algo materialmente, sino también quitarle tranquilidad y confianza a otra persona. Los tres amigos se sintieron mal por haber mentido y decidieron disculparse sinceramente con Doña Rosa.

Le devolvieron cada una de las monedas e incluso le ayudaron a ordenar su tienda como disculpa por su travesura.

Desde ese día, Juancito, Pedrito y Laurita aprendieron el valor de la honestidad y comprendieron que aunque las mentiras puedan parecer tentadoras al principio, siempre traen consecuencias negativas. Se prometieron entre ellos nunca más caer en la tentación de robar o engañar a alguien.

Y así, los tres amigos siguieron creciendo juntos en Villa Tranquila, demostrando con sus acciones que la verdadera amistad se construye sobre bases sólidas de respeto mutuo y honestidad sincera.

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