El Tesoro de Hojas de Cande



Era un frío día de invierno en el barrio de Cande. Las hojas de los árboles crujían bajo sus pies al caminar hacia el parque. Cande, una niña de diez años con una gran curiosidad por la naturaleza, siempre encontraba magia en lo más sencillo. Hoy, ella había decidido salir a recoger hojas, pero no cualquier hoja; quería encontrar las más hermosas de todas.

"¿Sabés, Cande? Hay algo especial en cada hoja", le dijo su amigo Mati, que la había acompañado. "Cada una cuenta una historia diferente".

"Sí! Y cada una representa una estación del año!", respondió Cande emocionada. "Vamos a buscar las que están en el suelo, así podemos crear nuestro propio libro de hojas".

Ambos comenzaron a explorar. En el parque encontraban hojas de diferentes formas y colores. Algunas eran amarillas, otras naranjas y otras aún verdes. Cande colocaba cuidadosamente cada hoja en una pequeña caja que había llevado.

De repente, notaron una hoja blanca brillante, cubierta de un polvillo plateado. Cande se acercó intrigada.

"¿Ves eso, Mati? Nunca había visto una hoja como esta. Debe ser mágica".

"Sí, es muy rara", dijo Mati. "Deberíamos llevarla a la abuela de Lucho. Ella siempre tiene historias sobre cosas así".

Cande asintió con su cabeza y juntos se encaminaron a la casa de la abuela. Al llegar, la abuela, con su cabello canoso y sus gafas en la punta de la nariz, los recibió con una sonrisa.

"Hola, chicos! ¿Qué traen ahí?"

Cande abrió la caja con cuidado y mostró la hoja brillante.

"Mirá, abuela. Encontramos este tesoro en el parque. ¿Sabés qué hoja es?".

La abuela se aproximó a ellos, acariciando la hoja con suavidad.

"¡Ah! Esta es la hoja de un árbol muy especial. Se dice que aquellos que encuentran una hoja como esta, pueden pedir un deseo".

Los ojos de Cande y Mati se llenaron de sorpresa.

"¿De verdad?" exclamaron a la vez.

La abuela sonrió.

"Sí, pero deben hacerlo con el corazón, y el deseo tiene que ser algo bueno para los demás".

Cande y Mati miraron la hoja. Habían pensado en distintos deseos, pero pronto se dieron cuenta que querían algo más que solo juguetes o aventuras.

"Creo que debemos desear algo que ayude a todos nuestros amigos del barrio", dijo Cande.

Mati asintió.

"Sí! ¿Qué te parece si deseamos que todos tengan suficiente comida y abrigo este invierno?".

Cande sonrió, sintiendo que era una gran idea. Entonces, ambos se concentraron y, en un susurro, dijeron juntos:

"Deseamos que todos tengan comida y abrigo".

La hoja brillante comenzó a brillar más intensamente y luego se desvaneció en una nube de luz. Cande y Mati se miraron, esperanzados por el efecto de su deseo.

Al día siguiente, en el barrio, comenzaron a suceder cosas inusuales. Los vecinos empezaron a organizarse entre sí, algunas familias comenzaron a compartir comida y abrigos con quienes más lo necesitaban. Cande y Mati se sintieron maravillados al ver cómo su deseo se había hecho realidad.

"¡Mirá, Cande! Todo está funcionando, nuestras palabras lograron algo".

"Sí, Mati. Ahora entendemos que el verdadero tesoro se encuentra en ayudar a los demás y ser generosos", respondió Cande.

A medida que pasaban los días, su barrio se llenó de una calidez inusual. La comunidad se unió, celebrando juntos, compartiendo risas y experiencias. Cande, Mati y sus amigos continuaron recolectando hojas, cada una un recordatorio del poder de compartir y cuidar a quienes los rodean.

"Creo que deberíamos seguir buscando más hojas", sugirió Mati. "Tal vez aún haya algunos secretos más que descubrir en el parque".

Cande asintió, y juntos se adentraron de nuevo en el parque, listos para otra aventura, dispuestos a seguir recolectando no solo hojas, sino también sonrisas.

Y así, en cada hoja que recolectaban, encontraban un nuevo motivo para compartir y disfrutar del invierno, recordando siempre que un pequeño gesto puede cambiar la vida de muchos.

FIN.

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