El tesoro de la amistad


un torbellino de emociones. A pesar de que sus padres intentaban consolarla, ella seguía llorando sin parar. Los vecinos se quejaban del ruido y los amigos de la escuela no querían jugar con ella porque siempre estaba triste.

Un día, mientras caminaba por el parque, Maitena vio a un grupo de niños jugando felices en el tobogán. Se acercó tímidamente y les preguntó si podía unirse a ellos.

Los niños la miraron con desconfianza al principio, pero luego accedieron. Maitena comenzó a jugar con ellos y poco a poco empezó a olvidarse de su tristeza. Descubrió que cuando se divertía, sus lágrimas desaparecían y su corazón se llenaba de alegría.

"¡Miren lo alto que llegué en el tobogán!", gritó Maitena emocionada mientras bajaba por la rampa. Los niños aplaudieron entusiasmados y le dijeron que era muy valiente por atreverse a subir tan alto. —"Gracias" , respondió Maitena sonriendo. "Nunca había hecho algo así antes".

Los días pasaron y Maitena siguió jugando con sus nuevos amigos en el parque. Cada vez lloraba menos y reía más.

Incluso empezó a hacer planes para futuras aventuras juntos como ir al zoológico o acampar en las montañas. Un día, cuando regresaba del parque, Maitena se encontró con una niña llorando sola en una banca cercana. "¿Estás bien?", preguntó preocupada acercándose lentamente.

La niña levantó la cabeza y Maitena se dio cuenta de que era una de sus compañeras de clase. "No sé qué hacer", sollozó la niña. "Nadie quiere jugar conmigo". Maitena recordó cómo se había sentido ella misma antes de conocer a sus amigos del parque y decidió ayudar a la niña.

"Ven conmigo al parque, allí tengo muchos amigos que te aceptarán como eres", le dijo sonriendo. La niña asintió tímidamente y juntas caminaron hacia el parque.

Cuando llegaron, Maitena presentó a su nueva amiga a los demás niños y pronto todos estaban jugando felices juntos. Desde ese día en adelante, Maitena nunca volvió a llorar todo el tiempo. Había descubierto que cuando compartía su alegría con otros, esa alegría se multiplicaba y llenaba su corazón aún más.

Y así, Maitena aprendió que la amistad es un tesoro invaluable en la vida y que siempre hay alguien dispuesto a compartir tu felicidad si abres tu corazón para recibirlos.

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