El tesoro de la amistad



Había una vez un niño llamado Juanito que vivía en un pequeño pueblo costero de Argentina. Siempre había soñado con encontrar un tesoro escondido en el mar, y siempre contaba sus deseos a su mejor amigo, Pedro.

Un día, mientras jugaban cerca de la playa, encontraron una vieja botella flotando en el agua. Juanito se emocionó y gritó: "¡Pedro, hemos encontrado nuestro primer tesoro!". Juntos abrieron la botella y encontraron un mensaje dentro.

Decía: "Queridos aventureros, si buscan un gran tesoro, sigan las estrellas del norte hasta llegar a la Isla del Tesoro". Juanito y Pedro no podían creerlo.

¡Habían encontrado una pista! Sin perder tiempo, prepararon su bote y partieron hacia la misteriosa isla. Después de días navegando por el océano, finalmente llegaron a la Isla del Tesoro. Era hermosa pero también misteriosa; estaba llena de árboles altos y exuberantes selvas tropicales.

Los dos amigos comenzaron a explorar cada rincón de la isla. Siguiendo otra pista que encontraron tallada en un árbol antiguo, llegaron a una cueva escondida debajo de una cascada. Con mucho cuidado entraron en la cueva oscura.

Mientras avanzaban lentamente con sus linternas brillantes, vieron algo brillante reflejándose en las paredes rocosas. ¡Era oro!"¡Mira todo este oro!", exclamó Juanito emocionado.

"¡Nuestro sueño se ha hecho realidad!"Pero justo cuando estaban a punto de llenar sus bolsillos con el oro, escucharon un ruido proveniente del fondo de la cueva. Era una voz temblorosa que decía: "Por favor, no se lleven todo el oro. Soy un anciano y he estado cuidando este tesoro durante años".

Juanito y Pedro se miraron entre sí, sintiendo compasión por el anciano. Decidieron compartir parte del oro con él. "Señor, entendemos que este es su tesoro", dijo Juanito gentilmente. "Nosotros solo queríamos cumplir nuestro sueño de encontrar un tesoro perdido en el mar".

El anciano sonrió y les agradeció por su amabilidad. Les contó que había sido pirata hace muchos años y que había decidido esconder su tesoro para asegurarse de que nadie lo encontrara sin merecerlo.

A cambio de su generosidad, el viejo pirata les dio una pequeña caja llena de monedas doradas como recuerdo de su aventura conjunta.

Juanito y Pedro regresaron a casa con sus corazones llenos de felicidad y una valiosa lección aprendida: compartir siempre trae más alegría que tomarlo todo para uno mismo. Desde ese día en adelante, los dos amigos siguieron soñando con nuevas aventuras pero siempre recordaron la importancia de ser amables y generosos con los demás.

Y así fue como Juanito y Pedro encontraron mucho más que oro en aquella Isla del Tesoro; encontraron la verdadera riqueza en la amistad y en hacer el bien a los demás.

FIN.

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