El Tesoro de la Amistad
Había una vez un ratón llamado Miguelito, un valiente y curioso roedor que vivía en el puerto de Buenos Aires. Siempre había soñado con encontrar tesoros escondidos y vivir grandes aventuras.
Un día, mientras exploraba los muelles, escuchó un rumor acerca de un barco misterioso que había llegado al puerto durante la noche. Intrigado por esta noticia, Miguelito decidió investigar. Se dirigió hacia el barco y se coló a bordo sin ser visto.
Al entrar, quedó maravillado por la belleza del navío: sus velas eran blancas como la nieve y su casco relucía bajo el sol.
Mientras recorría el barco en busca de pistas sobre posibles tesoros, Miguelito se encontró con otros tres animales: Tomás, el loro parlanchín; Matilde, la tortuga sabia; y Bernardo, el perro leal. - ¡Hola! ¿Quiénes son ustedes? - preguntó emocionado Miguelito. - Yo soy Tomás, el loro más charlatán del mundo - respondió Tomás orgullosamente.
- Y yo soy Matilde, la tortuga más sabia que jamás hayas conocido - agregó Matilde con una sonrisa amable. - ¡Yo soy Bernardo! El mejor amigo que alguien pueda tener - ladró Bernardo moviendo su cola felizmente.
Los cuatro amigos decidieron buscar juntos los tesoros ocultos en ese barco misterioso. Recorrieron cada rincón del navío siguiendo las pistas dejadas por los antiguos marineros. Subieron al mástil principal para encontrar un mapa antiguo que les indicaría el camino hacia la mayor riqueza escondida.
- ¡Aquí está! - exclamó emocionado Miguelito al encontrar el mapa. - Parece que debemos cruzar una selva y escalar una montaña para llegar al tesoro - comentó Matilde analizando detenidamente el mapa.
Sin perder tiempo, los valientes amigos emprendieron su aventura. Cruzaron la selva enfrentando peligrosos animales y atravesaron ríos caudalosos. Escalaron la montaña sorteando rocas resbaladizas y superando sus miedos. Finalmente, llegaron a una cueva en lo más alto de la montaña.
Dentro encontraron un cofre dorado lleno de monedas antiguas, joyas brillantes y objetos valiosos. - ¡Lo logramos! ¡Encontramos el tesoro! - gritó Tomás emocionado.
- Pero lo más valioso no son estas riquezas materiales, sino nuestra amistad y la aventura vivida juntos - dijo Matilde con sabiduría. Los cuatro amigos regresaron al puerto llevando consigo el tesoro encontrado. Fueron recibidos como héroes por todos los animales del puerto, quienes celebraron su éxito.
Desde ese día, Miguelito entendió que los tesoros más importantes no se encuentran en monedas o joyas, sino en las experiencias compartidas con aquellos a quienes amamos. Agradecido por haber conocido a Tomás, Matilde y Bernardo, Miguelito supo que siempre estarían ahí para él en cada nueva aventura que emprendiera.
Y así termina esta historia de amistad y valentía, donde un ratón llamado Miguelito descubrió que los verdaderos tesoros están en el corazón y se encuentran al lado de aquellos que amamos.
FIN.