El Tesoro de la Amistad
Don Pedro era un abuelito muy especial. Vivía en una pequeña casa cerca del parque, y siempre estaba solo. Sus hijos vivían en otro país, por lo que no podían visitarlo tan seguido como les gustaría.
Un día, Don Pedro había decidido hacer algunas compras para preparar una rica cena. Llenó su bolsa con todo lo que necesitaba y se dirigió al autobús.
Pero cuando llegó a casa, se dio cuenta de algo terrible: ¡había olvidado su bolsa en el bus! Mientras Don Pedro trataba de recordar qué hacer, apareció Saúl, un niño curioso de 7 años que vivía cerca del parque. Al ver la situación de Don Pedro, decidió ayudarlo.
"¡Señor! ¿Perdió algo importante?", preguntó Saúl con voz amable. Don Pedro miró a Saúl con sorpresa y respondió: "Sí, mi querido joven. Olvidé mi bolsa en el autobús y tenía todas las compras para mi cena".
Saúl pensó por un momento y luego dijo: "Mi mamá siempre dice que debemos ayudar a los demás, incluso si todos dicen cosas malas sobre ellos. Yo puedo llevarlo hasta su casa para recuperar sus compras".
Don Pedro se sintió emocionado ante la generosidad de aquel niño tan valiente. Juntos caminaron hacia la parada del autobús y esperaron pacientemente a que llegara uno.
Cuando finalmente subieron al bus correcto, Don Pedro le contó a Saúl historias divertidas sobre su juventud mientras recorrían las calles de la ciudad. Al llegar a la casa de Don Pedro, Saúl lo ayudó a buscar la bolsa olvidada. Pero cuando abrieron la puerta, se llevaron una gran sorpresa: la casa estaba llena de juguetes y libros.
Don Pedro sonrió y explicó: "Aunque esté solo, me gusta rodearme de cosas que me traen alegría. No soy malvado como dicen los demás". Saúl sintió cómo su corazón se llenaba de comprensión y cariño hacia Don Pedro.
Ahora entendía por qué su mamá le había dicho que no juzgara a las personas sin conocerlas primero. Desde ese día, Saúl visitaba a Don Pedro todos los días después de la escuela.
Juntos compartían tardes llenas de risas, historias y juegos. La amistad entre ellos crecía cada vez más fuerte. Con el tiempo, los vecinos comenzaron a darse cuenta de lo maravilloso que era Don Pedro y dejaron atrás sus prejuicios.
Pronto, otros niños también empezaron a visitarlo para jugar en su hermoso jardín. La historia del abuelito solitario y el niño valiente se convirtió en un ejemplo para todos: nunca debemos juzgar a alguien sin conocerlo primero.
Y así fue como Don Pedro encontró compañía en el corazón generoso de Saúl y descubrió que no importa cuán solos nos sintamos, siempre habrá alguien dispuesto a extendernos una mano amiga.
FIN.