El tesoro de la amistad


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, tres mejores amigos: Lucas, Martina y Tomás. Desde que eran muy pequeños, compartían aventuras y risas juntos. Eran inseparables.

Un día soleado, mientras jugaban en el parque del pueblo, encontraron un mapa antiguo entre los arbustos. Estaban emocionados por la idea de descubrir qué tesoro escondía aquel mapa misterioso. - ¡Chicos! ¡Miren lo que encontré! -exclamó Lucas mostrándoles el mapa a sus amigos-.

Parece ser un tesoro escondido en el bosque. Martina y Tomás se acercaron para verlo mejor y rápidamente se contagiaron de la emoción de su amigo. - ¡Vamos a buscarlo! -dijo Martina con entusiasmo-. Seguro que será una gran aventura.

Los tres amigos decidieron seguir las indicaciones del mapa y adentrarse en el espeso bosque. Caminaron durante horas sin rendirse ni perder la esperanza de encontrar el tesoro. Pero cuando ya estaban casi agotados, algo inesperado sucedió.

De repente, una fuerte tormenta comenzó a caer sobre ellos. El viento soplaba con fuerza y los truenos resonaban en todo el bosque. La lluvia empapaba sus ropas y dificultaba su visión.

- ¡Tenemos que buscar refugio rápido! -gritó Tomás intentando protegerse debajo de un árbol cercano. Corrieron hacia una vieja cabaña abandonada que encontraron cerca del camino. Aunque parecía tenebrosa por fuera, era su única opción para protegerse de la tormenta.

Una vez dentro, se dieron cuenta de que la cabaña era mucho más acogedora de lo que parecía. Había una chimenea encendida y un montón de libros interesantes en las estanterías. Pero lo más sorprendente fue encontrar un viejo diario en una mesita.

- Miren esto, chicos -dijo Martina emocionada mientras hojeaba el diario-. Parece ser el diario del antiguo dueño de esta cabaña.

Los tres amigos se sentaron alrededor de la chimenea y comenzaron a leer en voz alta algunas historias escritas en el diario. Descubrieron que aquel hombre había sido aventurero y amante de los tesoros escondidos. - ¡Es increíble! -exclamó Lucas-. Tal vez él haya dejado aquí algún tesoro para alguien valiente como nosotros.

Decidieron seguir explorando la cabaña en busca de pistas sobre ese posible tesoro. Revisaron cada rincón y cada pista que encontraban en el diario. Hasta que finalmente, debajo del suelo desgastado por los años, hallaron algo brillante: una pequeña caja dorada.

Con mucha emoción, abrieron la caja y encontraron un collar con tres piedras preciosas incrustadas: una roja, una azul y otra verde. - ¡Es hermoso! -exclamó Martina admirando las piedras-.

Cada uno podemos quedarnos con una piedra como símbolo eterno de nuestra amistad. Lucas tomó la piedra roja, Tomás eligió la azul y Martina decidió quedarse con la verde. Se pusieron los collares y prometieron cuidarlos siempre.

A medida que pasaba el tiempo, aquel collar se convirtió en un recordatorio constante de su amistad indestructible. Aunque cada uno tomó caminos diferentes en sus vidas, las piedras preciosas siempre les recordaban que las amistades verdaderas son eternas.

Incluso cuando crecieron y tuvieron familias propias, Lucas, Martina y Tomás siguieron manteniendo su amistad. Se reunían una vez al año para compartir historias, reír juntos y recordar aquella aventura del tesoro perdido. Y así fue como estos tres amigos demostraron que las amistades auténticas no tienen límites ni barreras.

Siempre estuvieron allí el uno para el otro, apoyándose en cada paso de sus vidas.

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