El tesoro de la amistad


Había una vez en un pequeño pueblo de la Argentina, tres apóstoles que se embarcaron en una emocionante aventura en busca de la legendaria Ciudad Perdida de Oro.

Los dos primeros, Tadeo y Santiago, eran conocidos por su bondad y valentía, mientras que el tercero, Judas, era famoso por su avaricia y egoísmo.

Un día, mientras exploraban las ruinas antiguas del pueblo, los tres apóstoles descubrieron un antiguo pergamino que parecía ser un mapa hacia la Ciudad Perdida de Oro. Sin embargo, el pergamino estaba incompleto y solo mostraba una parte del camino. "¡Miren lo que encontré! Parece ser el mapa hacia la ciudad perdida", exclamó Tadeo emocionado.

"¡Es increíble! Debemos seguir este camino y descubrir qué tesoro nos espera allí", agregó Santiago con entusiasmo. Judas, por otro lado, tenía otros planes en mente. Él no podía dejar de pensar en la riqueza y los tesoros que encontrarían en la Ciudad Perdida de Oro.

Su codicia lo consumía y empezó a idear un plan para quedarse con todo el tesoro para él solo. Los tres apóstoles comenzaron su viaje siguiendo las indicaciones del mapa.

En su camino se enfrentaron a desafíos como puentes rotos, cuevas oscuras y ríos caudalosos. A pesar de los obstáculos, Tadeo y Santiago siempre estaban dispuestos a ayudarse mutuamente y trabajar juntos para superar cualquier dificultad.

Por otro lado, Judas aprovechaba cada oportunidad para sabotear al grupo con la esperanza de llegar primero a la Ciudad Perdida de Oro y reclamar todo el tesoro para sí mismo.

Finalmente, después de muchos días de viaje intenso y trabajo en equipo, los tres apóstoles llegaron a las puertas doradas de la mítica ciudad perdida. Ante ellos se extendía un paisaje deslumbrante lleno de oro brillante y piedras preciosas resplandecientes. "¡Lo hemos logrado! ¡Somos testigos de uno de los tesoros más grandes jamás vistos!", exclamó Santiago maravillado.

"Sí, pero debemos recordar que este tesoro debe ser compartido entre todos nosotros", dijo Tadeo con sabiduría. En ese momento crucial, Judas reveló su verdadera naturaleza egoísta e intentó tomar todo el tesoro para sí mismo sin importarle sus compañeros.

Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, una luz brillante iluminó toda la ciudad perdida haciendo temblar al suelo bajo sus pies.

Una voz resonó en todo el lugar diciendo: "La verdadera riqueza no se encuentra en el oro ni en las piedras preciosas; se encuentra en el corazón generoso y noble". Acto seguido, Judas fue envuelto por una luz cálida que transformó su codicia en amor fraternal.

Los tres apóstoles comprendieron entonces que el verdadero valor radicaba en la amistad sincera y desinteresada que habían cultivado durante su travesía. Juntos decidieron repartir equitativamente el tesoro entre ellos con alegría en sus corazones.

Y así termina esta historia sobre tres apóstoles valientes que aprendieron una lección invaluable sobre amistad verdadera y generosidad mientras buscaban La Ciudad Pérdida De Oro.

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