El tesoro de la amistad



Había una vez en un bosque encantado, tres amigos muy especiales: Lucas, Martina y Tomás. Ellos compartían todo juntos: juguetes, meriendas e incluso secretos. Pero un día, algo cambió.

Un hada traviesa voló hasta donde estaban los amigos y les entregó tres piedras brillantes. "Estas piedras mágicas les darán todo lo que deseen", les dijo el hada antes de desaparecer entre destellos. Lucas, Martina y Tomás quedaron maravillados con sus nuevos tesoros.

Empezaron a pedir deseos uno tras otro sin parar. Lucas deseó tener muchos juguetes nuevos, Martina quería toda la golosinas del mundo y Tomás anhelaba ser el más rápido corriendo. Pero pronto descubrieron que las piedras solo cumplían un deseo por día.

Entonces, los amigos empezaron a discutir sobre quién debía usar la piedra primero. "¡Yo quiero usarla para tener todos los juguetes que quiera!", exclamó Lucas. "¡No es justo! ¡Yo también quiero hacer mi deseo hoy!", respondió Martina.

"Pero yo soy el mejor corriendo, ¡necesito hacer realidad mi sueño ahora mismo!", argumentó Tomás. La discusión se intensificaba cada vez más entre los amigos. Ninguno quería ceder y compartir su turno con los demás.

Así pasaron varios días de peleas y malentendidos en el bosque encantado. Un día, cansados de tanto conflicto, decidieron separarse y probar suerte por separado con las piedras mágicas.

Lucas se fue a su rincón favorito del bosque para pedir su deseo; Martina hizo lo mismo en otro lugar lejano; mientras que Tomás corrió tan rápido como pudo hacia un claro soleado. Sin embargo, al llegar a sus destinos individuales, se dieron cuenta de que algo faltaba.

A pesar de haber conseguido sus deseos materiales, se sentían solos y tristes sin la compañía de sus amigos.

Entonces recordaron todas las aventuras compartidas que habían vivido juntos: las risas al jugar juntos, los abrazos en momentos difíciles y la alegría de estar unidos sin importar nada más. Decidieron dejar de lado sus diferencias y regresaron al lugar donde se conocieron inicialmente. Allí se abrazaron con cariño y pidieron un último deseo a las piedras mágicas: poder compartir felicidad juntos para siempre.

Las piedras brillaron intensamente una última vez antes de convertirse en simples rocas ordinarias. Pero ya no importaba porque los verdaderos tesoros eran ellos mismos como amigos inseparables.

Desde ese día en adelante, Lucas, Martina y Tomás aprendieron la importancia de compartir no solo cosas materiales sino también momentos especiales con quienes amaban. Y así vivieron felices por siempre jamás en el bosque encantado.

FIN.

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