El Tesoro de la Amistad


Isabel se despertó una mañana con el recuerdo fresco de un sueño maravilloso en el que había conocido a un amigo muy especial. En su sueño, este amigo le había contado historias increíbles y juntos habían vivido aventuras emocionantes.

La curiosidad de Isabel la impulsó a querer encontrar a ese amigo en la vida real.

Aunque afuera llovía a cántaros, Isabel no dudó en ponerse su abrigo amarillo y sus botas rojas para salir en busca de su misterioso amigo. Mientras caminaba por las calles mojadas, observaba con detenimiento cada rincón, buscando alguna pista que la llevara hasta él. De repente, divisó un parque cercano que parecía sacado directamente de su sueño.

Los árboles altos y frondosos bailaban al compás del viento, y los columpios chirriaban como si invitaran a jugar. Isabel decidió adentrarse en el parque, con la esperanza de encontrar a su amigo entre aquel escenario tan familiar.

Entre los arbustos húmedos y las risas lejanas de otros niños jugando, Isabel vio una figura borrosa que se movía entre los árboles. Se acercó lentamente y descubrió que era un zorro travieso que jugueteaba con una pelota colorida.

- ¡Hola! ¿Eres tú mi amigo del sueño? -preguntó Isabel con entusiasmo. El zorro la miró con curiosidad y asintió con la cabeza. Parecía entender lo que ella decía. - ¿Quieres ser mi amigo en la vida real? -insistió Isabel.

El zorro sonrió ampliamente y extendió una pata como si fuera un apretón de manos. Desde ese momento, Isabel supo que aquel zorro sería su compañero de aventuras.

Juntos exploraron cada rincón del parque, inventaron juegos nuevos y rieron sin parar bajo la lluvia refrescante. El zorro resultó ser un excelente contador de cuentos y tenía una imaginación desbordante, justo como en el sueño de Isabel.

Conforme pasaban las horas, la lluvia fue cesando poco a poco hasta convertirse en pequeñas gotas cristalinas que colgaban de las ramas de los árboles como diamantes brillantes. El sol comenzaba a filtrarse tímidamente entre las nubes grises mientras el arcoíris se formaba en el cielo.

- ¡Mira! ¡Es tan hermoso! -exclamó Isabel señalando al arcoíris. El zorro asintió emocionado e invitó a Isabel a seguirlo hacia el final del arcoíris donde parecía haber algo especial esperándolos.

Juntos corrieron saltando charcos y esquivando hojas caídas hasta llegar al punto exacto donde el arcoíris tocaba la tierra. Allí encontraron una caja mágica llena de tesoros brillantes: piedras preciosas, estrellas fugaces atrapadas dentro de frascos luminosos y semillas misteriosas listas para ser plantadas y dar vida a nuevos mundos llenos de magia.

Isabel comprendió entonces que aquella búsqueda no solo se trataba de encontrar al amigo soñado sino también descubrir las maravillas ocultas dentro de uno mismo cuando se tiene fe en lo imposible e ilusión por explorar lo desconocido junto a alguien especial como su nuevo amigo Zorrito Brillante.

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