El tesoro de la amistad
En un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza vivían tres amigos muy especiales: Martina, una ratoncita curiosa y valiente; Benjamín, un conejito humilde y bondadoso; y Tomás, un zorrito astuto pero avaricioso.
Los tres se conocieron en la escuela del bosque y desde entonces eran inseparables. Una tarde de primavera, mientras paseaban por el río que cruzaba el pueblo, encontraron un viejo mapa entre las ramas de un árbol caído.
Estaban emocionados al descubrir que señalaba el camino hacia una cueva llena de tesoros. Sin embargo, también advertía sobre los peligros que había en el camino. "¡Qué emoción! ¡Un tesoro por descubrir!", exclamó Martina con entusiasmo. "Sí, pero no podemos dejarnos llevar por la avaricia.
Debemos ser precavidos", advirtió Benjamín con humildad. "¿Avaricia? ¡Yo solo quiero lo mejor para nosotros!", respondió Tomás con picardía. Decidieron emprender la aventura juntos, cada uno con sus propias motivaciones.
El camino hacia la cueva era largo y lleno de desafíos: atravesaron oscuros bosques, escalaron altas montañas y sortearon peligrosos ríos. En cada obstáculo, la amistad los ayudaba a seguir adelante. Finalmente llegaron a la cueva donde brillaban monedas de oro y joyas resplandecientes.
Tomás fue directo a reagarrar todo lo que podía cargar en su bolsa sin pensar en sus amigos. Martina estaba maravillada por los colores y destellos del tesoro, pero recordó las palabras de Benjamín sobre la humildad.
"Tomás, debemos compartir este tesoro con todos en Villa Esperanza. Será mucho más valioso si lo disfrutamos juntos", dijo Martina con determinación. "¡Ja! ¿Compartir? Yo me quedo con todo esto para mí", respondió Tomás egoístamente.
En ese momento, un estruendo sacudió la cueva y una enorme roca bloqueó la salida. Estaban atrapados sin poder escapar. "¡Oh no! ¡Es nuestra culpa por haber sido tan codiciosos!", lamentó Tomás arrepentido.
Benjamín miró a sus amigos con calma y les dijo: "No se preocupen, si trabajamos juntos podremos salir adelante".
Así fue como Martina usó su agilidad para buscar una salida entre las grietas de las rocas, Benjamín empleó su fuerza para mover objetos pesados que obstruían el camino y Tomás finalmente entendió el verdadero valor de la amistad al colaborar desinteresadamente. Después de varias horas lograron abrirse paso hacia afuera donde fueron recibidos por todos los habitantes del pueblo que habían ido en su búsqueda preocupados.
En ese momento comprendieron que el verdadero tesoro no eran las riquezas materiales sino la amistad sincera que compartían.
Desde entonces, Martina, Benjamín y Tomás se convirtieron en leyendas en Villa Esperanza no por haber encontrado un tesoro escondido sino por haber demostrado cómo la amistad verdadera puede superar cualquier adversidad cuando se combina con humildad y generosidad. Y así vivieron felices compartiendo aventuras inolvidables mientras aprendían importantes lecciones juntos.
FIN.